Twitter le corta las alas a los acosadores
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Es solo un comienzo, pero supone una maniobra necesaria y, a su vez, arriesgada. La multinacional norteamericana Twitter ha anunciado la incorporación de nuevos sistemas para filtrar aquellos contenidos considerados abusivos y que utilizan un lenguaje violento. Con el cambio de las reglas del juego se espera que la experiencia de uso sea mejor y más atractiva para futuros miembros de su comunidad. La pasividad la red de los 140 caracteres ante este tipo de mensajes ha sido una constante que, a día de hoy, pone en riesgo el futuro como empresa. Por lo pronto, la plataforma ha decidido dar mayor control al usuario sobre el contenido que recibe gracias a un sistema que toca dos palos: en primer lugar unas notificaciones personalizadas y, por otro, un filtro de calidad que de manera automática detecta los mensajes amenazantes en función de su origen y la relevancia de la cuenta. A su vez, se ha incrementado en los últimos meses el equipo que revisa las cuentas que hacen apología de terrorismo y la violencia. El resultado es evidente: 235.000 de ellas eliminadas. Desde que puso en marcha este servicio el pasado año se han suspendido un total de 360.000 cuentas. Hervidero de «trolls» para muchos, canal de información para otros, lo cierto es que Twitter se mantiene en lucha permanente para lograr un equilibrio entre la libertad de expresión y lo considerado políticamente correcto. El consejero delegado saliente Dick Costolo no supo reaccionar ante este problema que viene de lejos y, un año después de tomar el relevo el que fuera uno de sus fundadores Jack Dorsey, tampoco se ha encontrado la fórmula mágica aunque se han dado nuevos pasos. Recientemente, y para animar a los usuarios a «comportarse», se reactivó el programa de verificación de cuentas. Para ello es necesario registrarse con nombre y apellidos reales, introducir una fotografía y otros datos personales para recibir ese emblema característico que parece haberse diseñado para satisfacer a personalidades relevantes. El objetivo a la larga es que las burlas, los insultos y las injurias no acaben saliendo gratis. Si no que se lo digan a Leslie Jones que sufrió hace poco una vergonzosa campaña de acoso racista por parte de una serie de «tuiteros». Abandonó en consecuencia la red social, entre lágrimas, y apenada por ello. Uno de sus mayores acosadores fue un periodista griego llamado Milo Yiannopoulos, alias Nero, cuya cuenta fue suspendida por proferir insultos a la actriz de la última película de «Cazafantasmas». Mismo bochornoso espectáculo fue el que estuvo implicada la cantante Normani Kordei, quien decidió romper con Twitter hace unos días por el mismo motivo. Otros como Ashley Judd, sin embargo, denunciaron abiertamente a los acosadores tras una campaña de violencia machista, al igual que la también actriz Lena Dunham en el momento en el que publicó una foto suya en ropa interior. «Vaca» fue el término más suave que tuvo que leer. Y como ellas tantas otras, no solo en EE.UU. sino en España donde conocidas presentadoras de televisión como Lara Siscar vivió en sus propias carnes el acoso constante. Pero esa batalla contra los llamados «trolls» -como se conocen en internet a personas que bajo el anonimato se dedican a acosar y a proferir duras críticas- tiene una contrapartida, la posible espantada de muchos de estos usuarios que buscan notoriedad. Twitter, con todo, es sinónimo de telerrealidad e información en tiempo real, pero desde hace años sigue encallada en uno de sus principales problemas que provoca que muchos usuarios se cuestionen permanecer en la misma o, simplemente, hacerse miembro. Como empresa que cotiza en bolsa, en efecto, Twitter tiene una serie dinámicas de comportamiento impuestas por sus inversores que reclaman un aumento de la masa de usuarios para generar ingresos. Y lo cierto es que, actualmente, la falta de crecimiento registrada en los últimos trimestres es preocupante. Hubo un tiempo, de hecho, que se comparaba con la trayectoria de Facebook. Nada más lejos de la realidad actual. Mientras la red social de Mark Zuckerberg explora nuevos caminos y suma la inalcanzable cifra de 1.710 millones de cuentas, la red del pajarito azul viaja a la deriva, buscando nuevos formatos y acumulando unos 313 millones de usuarios que se intuyen escasos para el ritmo creciente impuesto por el negocio de internet.
Es solo un comienzo, pero supone una maniobra necesaria y, a su vez, arriesgada. La multinacional norteamericana Twitter ha anunciado la incorporación de nuevos sistemas para filtrar aquellos contenidos considerados abusivos y que utilizan un lenguaje violento. Con el cambio de las reglas del juego se espera que la experiencia de uso sea mejor y más atractiva para futuros miembros de su comunidad. La pasividad la red de los 140 caracteres ante este tipo de mensajes ha sido una constante que, a día de hoy, pone en riesgo el futuro como empresa. Por lo pronto, la plataforma ha decidido dar mayor control al usuario sobre el contenido que recibe gracias a un sistema que toca dos palos: en primer lugar unas notificaciones personalizadas y, por otro, un filtro de calidad que de manera automática detecta los mensajes amenazantes en función de su origen y la relevancia de la cuenta. A su vez, se ha incrementado en los últimos meses el equipo que revisa las cuentas que hacen apología de terrorismo y la violencia. El resultado es evidente: 235.000 de ellas eliminadas. Desde que puso en marcha este servicio el pasado año se han suspendido un total de 360.000 cuentas. Hervidero de «trolls» para muchos, canal de información para otros, lo cierto es que Twitter se mantiene en lucha permanente para lograr un equilibrio entre la libertad de expresión y lo considerado políticamente correcto. El consejero delegado saliente Dick Costolo no supo reaccionar ante este problema que viene de lejos y, un año después de tomar el relevo el que fuera uno de sus fundadores Jack Dorsey, tampoco se ha encontrado la fórmula mágica aunque se han dado nuevos pasos. Recientemente, y para animar a los usuarios a «comportarse», se reactivó el programa de verificación de cuentas. Para ello es necesario registrarse con nombre y apellidos reales, introducir una fotografía y otros datos personales para recibir ese emblema característico que parece haberse diseñado para satisfacer a personalidades relevantes. El objetivo a la larga es que las burlas, los insultos y las injurias no acaben saliendo gratis. Si no que se lo digan a Leslie Jones que sufrió hace poco una vergonzosa campaña de acoso racista por parte de una serie de «tuiteros». Abandonó en consecuencia la red social, entre lágrimas, y apenada por ello. Uno de sus mayores acosadores fue un periodista griego llamado Milo Yiannopoulos, alias Nero, cuya cuenta fue suspendida por proferir insultos a la actriz de la última película de «Cazafantasmas». Mismo bochornoso espectáculo fue el que estuvo implicada la cantante Normani Kordei, quien decidió romper con Twitter hace unos días por el mismo motivo. Otros como Ashley Judd, sin embargo, denunciaron abiertamente a los acosadores tras una campaña de violencia machista, al igual que la también actriz Lena Dunham en el momento en el que publicó una foto suya en ropa interior. «Vaca» fue el término más suave que tuvo que leer. Y como ellas tantas otras, no solo en EE.UU. sino en España donde conocidas presentadoras de televisión como Lara Siscar vivió en sus propias carnes el acoso constante. Pero esa batalla contra los llamados «trolls» -como se conocen en internet a personas que bajo el anonimato se dedican a acosar y a proferir duras críticas- tiene una contrapartida, la posible espantada de muchos de estos usuarios que buscan notoriedad. Twitter, con todo, es sinónimo de telerrealidad e información en tiempo real, pero desde hace años sigue encallada en uno de sus principales problemas que provoca que muchos usuarios se cuestionen permanecer en la misma o, simplemente, hacerse miembro. Como empresa que cotiza en bolsa, en efecto, Twitter tiene una serie dinámicas de comportamiento impuestas por sus inversores que reclaman un aumento de la masa de usuarios para generar ingresos. Y lo cierto es que, actualmente, la falta de crecimiento registrada en los últimos trimestres es preocupante. Hubo un tiempo, de hecho, que se comparaba con la trayectoria de Facebook. Nada más lejos de la realidad actual. Mientras la red social de Mark Zuckerberg explora nuevos caminos y suma la inalcanzable cifra de 1.710 millones de cuentas, la red del pajarito azul viaja a la deriva, buscando nuevos formatos y acumulando unos 313 millones de usuarios que se intuyen escasos para el ritmo creciente impuesto por el negocio de internet.
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