Mi vida como fotógrafo de comida
Subido encima de una escalera, con un pie en el aire haciendo equilibrio e intentando mantener la cámara estable, mientras oigo de fondo como mi novia se queja porque se enfría la ensalada. Así podría resumirse mi vida como fotógrafo de comida.
Sí, es un poco un cliché, y obviamente no siempre ando encaramado a escaleras, pero sintetiza muy bien el esfuerzo y la parafernalia que hay detrás de esas suculentas imágenes que inundan la red y nos tientan a lamer la pantalla del ordenador.
Los orígenes
¿Qué me hizo empezar a hacer fotos a la comida? Bueno, la fotografía siempre me resultó atractiva de pequeño, supongo que en parte atraído por mi madre, que es pintora y fotógrafa (aunque lo suyo son los paisajes abstractos), y aunque hice mis pinitos, nunca llegó a convertirse en una pasión.
Fue sobretodo al acabar la carrera de arquitectura, en un viaje por Inglaterra y gracias a un libro nada convencional sobre fotografía, cuando empezó a interesarme de verdad. Que acabara haciendo fotos de comida solo era cuestión de tiempo, pues siempre había sido un cocinillas, así que se podría decir que la fotografía gastronómica es un poco la unión de dos de mis pasiones.
Es parecido a lo que ha ocurrido a muchos otros también.
Desde siempre me ha gustado la fotografía, mi padre ya tenía un laboratorio fotográfico de químico en casa, en el que me colaba yo de pequeña. Después empecé con la fotografía gastronómica a raíz de tener mi propio blog de cocina.
Así fueron los comienzos de Esther Clemente, que nos deleita con sus recetas y sus fotos en su blog La Cocina Mágica y también en Directo al Paladar. Para Pamela Rodríguez, que colabora con varias revistas y publicaciones online, además de su gastroblog Uno de Dos, todo empezó de manera parecida:
Empecé haciendo fotos en mi adolescencia cuando me apunté a un curso. Por aquel entonces hacía cualquier fotografía en un entorno que me gustase, sobre todo de exteriores, nada relacionado con la comida como ahora.
Sin embargo, para otros el camino fue a la inversa, y fue su pasión por la gastronomía y la cocina la que les hizo buscar la manera de conseguir compartir con el mundo sus creaciones. Un poco "por obligación", se metieron en un mundo que ahora les encanta, tal como reconoce Maria José, que comenzó con su blog Dit i Fet:
Al principio, por muy bien que me saliera una receta, no me gustaba mucho como quedaban las fotos, así que empecé a mirar muchos blogs de cocina y a interesarme por el tema, y poco a poco se convierte en algo más que una herramienta, en algo que disfrutas.
¿Qué necesito para hacer buenas fotos a la comida?
Mucha gente, al ver una de esas fotos que te hacen salivar al instante, piensa que ellos no pueden hacer una foto así, porque para eso hace falta muy buen equipo. Y la verdad es que no es así. Obviamente, hay cosas que ayudan, pero nos insiste en recalcar Philippe Saez, colaborador en Directo al Paladar México:
Me parece importante recalcar que NO es nada más el material el que te permitirá hacer buenas fotos. Podrás tener la mejor cámara fotográfica, el mejor y más caro material de luces, esto NO te va a garantizar hacer buenas fotos.
Un cámara réflex normalita y un objetivo 50mm son más que suficiente para empezar
No obstante, hay unos básicos que nos ayudarán a conseguir ciertos resultados con más facilidad, aunque con un poco de imaginación, paciencia y buen hacer, podemos hacer grandes fotos incluso con el móvil. Este es un resumen del equipo que más o menos tenemos la mayoría:
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Cámara réflex. No hace falta que sea excelsa, ya que vamos a trabajar en condiciones controladas. La Canon 60D es de las más populares (el nuevo modelo es la Canon 70D), pero también valen modelos más asequibles como una Canon 700D o una Nikon D3300, o conseguir versiones anteriores de segunda mano. Yo, que voy por libre, uso una Sony A55 (el modelo más reciente es la Sony A58) porque me sirve también para video y porque es compatible con objetivos Kónica-Minolta antiguos que son una pasada, pero a veces hago fotos con una compacta avanzada (la Sony RX100 M2) y se consiguen resultados muy buenos igualmente.
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Un objetivo 50mm. Este sí que es un básico ineludible. Se trata de un objetivo asequible (100-200 euros tanto para Canon como para Nikon, y más baratos compatibles) que tiene la distancia focal perfecta para una réflex APS-C. Suelen ser objetivos muy nítidos y luminosos, con una gran apertura (lo habitual es f 1.8 para los baratos, y f 1.4 para los caros) que permiten jugar con el desenfoque en la imagen. Una compra de la que no te arrepientes nunca. Si tienes una cámara full-frame, un 100mm también es una buena opción.
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Un trípode. Con el tiempo y la práctica, y gracias a la mucha luz que hay en mi casa, lo he empezado a usar menos, pero al principio un trípode es algo que ayuda mucho a aprender. No es solo para poder hacer fotos con poca luz sin tener que subir la sensibilidad del sensor, sino que te permite fijar el encuadre e ir moviendo los objetos hasta encontrar la composición que te gusta.
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Un disparador. No es imprescindible, pero un disparador nos puede ayudar a hacer la foto cuando la cámara está difícil de acceder o si tenemos que estar haciendo otra cosa al mismo tiempo, como sujetar un reflector o verter algo.
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Un reflector. Esto ya es más opcional. Puede bastar con una cartulina blanca situada convenientemente para que refleje la luz.
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Un difusor. También opcional. Sirve para que la luz que llegue no sea tan intensa y las sombras más suaves. No hace falta comprar uno, porque puede cumplir su función una cortina o una tela, incluso un paño blanco de cocina situado convenientemente. En mi caso, a veces le pido a mi novia que lo sujete, lo cual no le hace mucha gracia, todo sea dicho, sobre todo si tiene hambre.
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Uno o dos focos. No somos muy fans los fotógrafos gastronómicos de utilizar iluminación artificial si podemos evitarlo, pero a veces no queda otra. Ahí es cuando un par de focos con un paraguas reflector y un difusor, junto con una bombilla potente de luz fría, son de gran ayuda.
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Muchos, muchos fondos y accesorios. Es el mal endémico de los fotógrafos gastronómicos, que llenamos la casa de platitos, cubiertos, ollas monas, cazuelitas, cuencos, vasos, copas, bandejas... y tablones con fondos diferentes para las fotos (maderas, mármoles, telas...). Yo, que soy de los que menos "ajuar" tiene, tengo varios armarios llenos, pero la cosa se puede ir de madre.
Ya tengo el equipo, y ahora ¿qué?
Como hemos comentado antes, por mucho equipo que tengamos, de nada sirve si no sabemos qué hacer con él, así que aquí van algunos consejos a la hora de hacer fotografía gastronómica que os pueden ayudar a empezar.
Empieza cocinando cosas bonitas
Es mucho más fácil conseguir una buena foto de una tarta de chocolate que de unas lentejas, así que empieza por cosas que sean atractivas de por sí. Busca la armonía de los colores en el plato, que hayan cierto contraste y también diferentes texturas. Al final son los pequeños detalles los que marcan la diferencia: un poco de queso, pimienta espolvoreada, un chorrito de aceite...
Busca el plato acorde a cada receta
Hay que tratar de buscar una armonía entre la receta, el plato, el fondo y los complementos
Parece una tontería, pero la elección del plato para la receta es crucial a la hora de acabar consiguiendo una buena imagen. Necesitamos uno cuyo color y forma realce el de la comida... una sopa de ajo blanco en un plato de color claro no es una buena idea, de la misma manera que un guiso de ternera no debe ir servido en un cuenco oscuro o en un plato llano en el que se desparrame.
Claro que luego se puede jugar con eso también, y hacer fotos con todo muy oscuro o muy claro, pero eso ya es "para nota".
No te olvides del fondo
Ya tenemos la receta en su plato, pero nos falta el fondo, que es igualmente relevante. Podemos optar por superficies lisas, como una tabla blanca o color crema, aunque salvo que estemos buscando una toma muy minimalista, funcionan mejor las que tienen texturas, como la madera o el mármol. Eso sí, no conviene pasarse, un fondo con un relieve muy marcado o una trama muy densa (como uno de esos mantelitos de madera de bambú) puede arruinar la toma.
Los complementos
Una parte muy importante de la fotografía gastronómica son los complementos, que ayudan a dar contexto. Puede ser una servilleta, un trapo, una hogaza de pan, parte de los ingredientes que hemos utilizado, una botella de vino y su copa...
Al igual que todo buen actor, una receta necesita buenos actores secundarios
Aquí hay que tener cuidado de no pasarse, porque tanto complemento puede "comerse" al plato, que es la estrella. También hay que ser conscientes de que algunos complementos funcionan mejor según el encuadre o el punto de vista estemos escogiendo, lo que nos lleva al siguiente apartado.
El punto de vista
En fotografía, el punto de vista lo cambia todo. Podemos subirnos encima de una escalera y hacer una foto desde arriba, acercarnos mucho a la comida, hacer una toma muy baja... las opciones son muchas, aunque hay tres ángulos que son los más habituales:
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Ángulo picado: Es el más habitual, con la cámara inclinada hacia abajo unos 45º. Esto permite tener una zona de "fondo" controlada en la que componer, y normalmente se aprecia bien el volumen y la textura de la comida. En su contra, juega malas pasadas con los elementos que tengan cierta altura, como las botellas o las copas, que salen deformadas o cortadas.
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Ángulo cenital: o dicho de otra manera, desde arriba. Es un plano que a mi me gusta bastante, sobre todo para Instagram y redes sociales, ya que al representar las formas geométricas sin deformar (el plato se ve como un círculo perfecto), permite composiciones más abstractas y muy atractivas para el ojo humano. Como contrapartida, tienda a "chafar" la comida (no se aprecia el volumen) y a veces hace falta subirse muy alto para sacar la foto (sobre todo con un 50mm)
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Ángulo normal: Con la cámara paralela al suelo, de forma que estamos haciendo una foto como "de perfil" a la comida. Permite composiciones muy llamativas e interesantes, que recuerdan a los bodegones clásicos, pero también es el ángulo que más destreza requiere, tanto a nivel compositivo como por cuestiones técnicas o de espacio, ya que necesitamos un fondo adecuado y trabajado, amén de que no es un ángulo que sirva para cualquier receta, sino que es más adecuado para tartas o recetas con "altura".
El encuadre
El encuadre hace referencia a la orientación de la cámara. Puede ser horizontal, vertical o inclinado. En gastronomía, lo más habitual es usar el vertical, porque hace las composiciones más fáciles. El inclinado, por su parte, no se usa casi nunca.
El plano
El plano tiene que ver con lo que sacamos de del objeto a fotografiar. ¿Vamos a querer sacar el plato entero o solo una parte? ¿Tal vez un detalle? La descripción de los tipos de planos en fotografía está muy vinculada al retrato, pero algunos se pueden adaptar también a la gastronomía:
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Plano general: cuando sacamos el plato entero, sin recortar nada, y una buena parte de la escena. No es de mis favoritos, ya que suele dar como resultado fotografías muy estáticas visualmente, pero funciona bien sobre todo en puntos de vista cenitales.
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Plano tres cuartos y plano: en retrato, es cuando sacamos tres cuartas partes del cuerpo del modelo (cortando normalmente entre las caderas y las rodillas) o por la cintura. En este caso, la idea es dejarse fuera del plano parte del plato, lo que ayuda a crear composiciones más dinámicas.
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Plano corto: cuando el sujeto ocupa toda la escena. Suele ser un retrato en el que solo se ve la cara de la persona a retratar, pero en gastronomía podría ser una parte del plato, y nada más.
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Plano detalle: cuando nos acercamos mucho al sujeto. Últimamente la fotografía "macro" en gastronomía no está tan de moda como hace unos años, pero se pueden conseguir imágenes interesantes.
La composición
La composición es probablemente la parte más complicada de explicar, porque aunque hay unas reglas generales, es también muy intuitiva y se aprende a base de mirar mucho. No solo fotos de comida, sino fotografías de cualquier tipo, cuadros, carteles, cine... y hasta fachadas de edificios.
Sobre composición se han escrito libros y libros (sobre mi estantería tengo uno de tres tomos que la hacen combarse), así que es difícil saber por donde empezar, pero dejadme que me atreva a daros un par de consejos:
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Al principio, sigue la regla de los tres tercios. Es decir, divide la escena en tres partes vertical y horizontalmente, y coloca los elementos importantes en las intersecciones de estas partes. En una fotografía gastronómica típica, en vertical, lo más fácil es colocar el plato en el tercio inferior izquierdo o derecho.
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Juega con pocos elementos. No te empeñes en hacer grandes bodegones con muchos accesorios. De momento, con el plato, un paño o una servilleta, y algún detalle más como algunos de los ingredientes utilizados será más que suficiente. Y haz muchas, muchas fotos, que es la gran ventaja de la fotografía digital.
Pero de nuevo, como comenta Philippe:
Me parece que lo importante es ejercitar el ojo, buscar tutoriales, experimentar, no tener miedo en salir de lo "habitual" e inspirarse de todo lo que hay ya en línea para encontrar tu propio estilo en cuanto a foto de comida se refiere.
La iluminación
La comida es especialmente sensible a la iluminación. Demasiada sombra hacen de un plato algo extraño, pero si escasea, pierde volumen y atractivo. Lo ideal es siempre una luz natural difusa (es decir, que no sea directa).
Si puedes, haz siempre fotos con luz natural
En mi casa tengo la suerte de que donde hago las fotos me llega la luz de tres sitios diferentes, pero siempre reflejada, lo que me evita necesitar reflectores, difusores y focos, que complican el asunto bastante. Así que mi recomendación es empezar por buscar ese lugar en casa donde vas a tener una buena iluminación natural, y luego complementar con lo necesario.
La postproducción
La postproducción y edición de las fotos es una parte importante de todo el proceso. Normalmente los retoque que hay que hacer son mínimos, pero imprescindibles. El programa más adecuado es Lightroom, sobre todo si disparamos en formato RAW (que deberíamos), pero si buscas uno gratuito, Pixlr de Autodesk funciona bastante bien y en su versión online es gratis.
Normalmente, como digo, los retoques son pocos. En mi caso suelo ajustar los niveles de exposición (más o menos luz) y el balance de blancos. También puedo aprovechar y quitar alguna mancha o una miga de pan, y en algunos casos corregir algo de la perspectiva, aunque esos casos son los menos. Me gusta que las fotos queden naturales y sin mucho postprocesado.
Y sé consciente de la dura vida del fotógrafo gastronómico
Ser fotógrafo gastronómico tiene sus ventajas. La primera de ellas es que, con un poco de suerte, la mayoría de las veces sueles acabar comiéndote todo lo que fotografías, o que tienes oportunidad de probar restaurantes que, en circunstancias normales, no te podrías permitir.
La parte no tan buena es que en casa tu profesión y afición puede no ser tan bienvenida, sobre todo cuando tienes a gente hambrienta esperando a que tú encuentres el ángulo adecuado, o peor aún, te estén sujetando un reflector mientras haces 200 fotos de una sopa. Las batallitas que nos contamos cuando nos reunimos dan para un libro:
Carmen, de Tia Alia Recetas, nos habla de la foto que más le costó conseguir:
Mi foto más complicada fue la de un libro de cocina. Me empeñé en sujetarlo con unas pinzas y haciendo ademán de introducirlo en una cacerola. Aquella mañana no contaba con la ayuda de mis hijos y la tarea resultó complicada. Al tiempo que sujetaba el libro (que no hacía más que escurrirse de las pinzas), tenía que enfocar y programar el disparador. Uf, un show en toda la regla.
Claro que para foto complicada, la que trataba de conseguir Pamela:
Hace no hace mucho, para una fotografía de un libro de comida en la que salía una llama de fuego, tuve que hacer como 300 disparos para conseguir exactamente la tonalidad y la forma que me gustaba. Casi me quedo sin cortinas en uno de los fogonazos, y a mi ayudante le hice una depilación gratis de brazo.
A Esther Clemente, en cambio, un despiste le jugó una mala pasada:
Para hacer una fotografía cenital de un plato de pasta, lo tuve que poner en el suelo. El caso es que a mitad sesión se me acabó la batería de la cámara y, en el momento que fui a otra habitación a por una de recambio ¡Mi perro se comió toda la receta que tenía que fotografiar!
Liliana Fuchs, de Albahaca y Canela, nos confiesa el caos que monta en casa para cada foto y un truco para tomarse con calma la sesión:
Ahora vivo en un apartamento chiquitín y cada vez que saco fotografías de recetas monto un pequeño caos por falta de espacio. Puedo tardar mucho en conseguir una foto que medio me guste, así que normalmente tengo puesta alguna serie de fondo que me entretiene. Veo muuuchas series mientras cocino y hago fotos.
Maria José, por su parte, siempre recuerda el desastre que le ocasionó una madera mal apoyada:
Un día que tenía montada una escena con maderas, reflectante y todo el tinglado, se cayó la madera sobre el plato que iba a fotografiar...Sin comentarios de cómo quedó todo. Otra es que cuando mis hijos me ven coger la cámara huyen para que no les pida que me aguanten el reflector...reconozco que me pongo pesadísima.
Y es que esta es una de esas profesiones (o hobbies) que solo se comprenden desde la pasión, porque solo así se puede explicar por qué tardamos más tiempo en hacerle una foto a un plato que en comérnoslo, o por qué siempre acabamos subidos a una escalera o a un taburete inestable para conseguir el encuadre que buscamos. Así es la vida de un fotógrafo de comida.
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Fuente: Xataka
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