El ordenador personal, poco menos que un ser mitológico en los años 50
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¿Tienes en mente ese ordenador portátil, plegable, flexible, 10 puntos multitáctil, de alta resolución y con batería para todo el día? Es el resultado de casi cuatro siglos de invenciones, cada una más extraña que la anterior, y que fueron vistas por la opinión pública como algo absurdo, excéntrico, innecesario o incluso estúpido.
Los ordenadores portátiles son nuestro entorno de trabajo, plataforma de ocio y ventana al mundo. Además de su utilidad práctica, con su diseño bien podrían entrar en una galería de arte. Algo muy alejado de los primeros ordenadores que funcionaron con electricidad, que ocupaban edificios enteros, hacían ruido y rompían válvulas de vacío cada pocos minutos. Esto es lo que se pensaba de los ordenadores hacia 1950.
¿Una calculadora funcionando con electricidad? Venga, hombre, seamos serios…
Costó mucho, pero en 1930 ya era evidente el enorme poder de las entonces calculadoras, que de hecho se usaban en las líneas de montaje de todo EEUU, en las factorías de tela o las refinerías. Aunque chocante, estas calculadoras mecánicas no estaban ni remotamente actualizadas al conocimiento de la época.
En 1920, Torres Quevedo había diseñado su aritmómetro electromagnético, una máquina que dejaba muy atrás la máquina diferencial de Babbage de 1821 (capaz de resolver polinomio de sexto grado) o el nunca fabricado analizador diferencial de Lord Kelvin, enfocado a «resolver todo tipo de problemas modernos».
En lugar de estos inventos revolucionarios, la industria de 1920 a 1930 prefirió una computación «más robusta y seria» de tarjetas perforadas, ruedas, muelles y contrapesos. Las calculadoras de los años 20 recordaban a los modelos de Leibniz de 1671, no muy distintos a la pascalina de Pascal (1642) o a la calculadora de Sir Samuel Morland de 1662.
Habían pasado casi tres siglos, pero los empresarios de 1930 veían el cálculo electromagnético como una excentricidad. Divertida, quizá, para el circo, pero no para los asuntos serios como las cadenas de montaje.
Entendible en una época en que la riqueza venía del carbón, el hierro y las compañías robustas de letreros en mayúscula adornando la parte alta de edificios más bien cuadrados. Hoy la idea parece descabellada, pero aquella negativa a la electricidad de los años 30 tuvo como consecuencia una potencia de cálculo no muy distinta de la Hacienda francesa de 1649 con la pascalina.
Eso en las fábricas, porque el comercio minorista iba muy por detrás. En 1933 la máquina de cálculo más extendida en los comercios americanos era la báscula Dayton, un invento que funcionaba con palancas y muelles y solo podía multiplicar.
El mundo no estaba preparado para el ordenador eléctrico, y el cálculo mecánico siguió en cabeza hasta bien entrado 1950. Hoy en día las baterías de polímero de litio tienen una gestión de la electricidad que permite a los ordenadores portátiles trabajar durante 12 horas seguidas.
Se acepta el electromagnetismo, pero para aplicaciones contadas
Hacia 1950 ya existía una cierta aceptación de los ordenadores electromagnéticos. Probablemente porque el Z3 de 1941, la ENIAC (1943) y el Colossus Mark II (1944) tuvieron un papel crucial en la Segunda Guerra Mundial.
Pero su coste era tan elevado y su potencia de cálculo tan limitada que no tenía mucho sentido invertir en esa tecnología a menos que fueses un país. Hoy no se necesita ser un país (ni ninguna empresa) para disponer de 8GB de RAM en 14 mm de espesor bajo el brazo.
Una de las frases más optimistas con respecto a la computación electromagnética vino de la revista Popular Mechanics en 1949:
«A pesar de que una calculadora como la ENIAC tiene 18.000 tubos de vacío y pesa casi 30 toneladas, las computadoras del futuro no tendrán más de 1.000 tubos de vacío y puede que pesen sólo tonelada y media»
El resto de comentarios remarcaban lo absurdo que era tener un ordenador que ocupaba una vivienda entera y necesitaba un equipo de seis a diez personas para funcionar. Una cosa era que un país como EEUU construyese la ENIAC para ganar una guerra mundial. Eso estaba bien.
Pero otra muy distinta es que una máquina así tuviese salida en un mundo en paz y, mucho menos, en domicilios.
Los ordenadores no se van a poder vender, no tienen futuro
Las frases inventadas tienen mucho tirón en Internet. De ahí que circule con frecuencia la frase que Thomas Watson nunca pronunció en 1950:
«Creo que hay mercado mundial para quizá cinco computadoras»
La frase real proviene de una junta de accionistas en 1953. Watson, refiriéndose únicamente a la IBM 701 (un precioso armario que emitía ruido, calor y tubos de vacío quemados a partes iguales) dijo:
«La máquina [IBM 701] se alquila por unos 12.000 a 18.000 dólares mensuales, por lo que no es el tipo de artículo que pueda venderse en cualquier lugar. No obstante, como resultado de nuestro viaje –en el que esperábamos vender cinco unidades– vinimos a casa con 18 pedidos»
La prensa de revistas especializadas (mecánicas en su mayoría) había atacado tanto a las máquinas electromagnéticas que ni siquiera sus fabricantes tenían esperanzas de vender muchas, fallando en sus análisis de mercado en un 360%.
Hoy día resulta complicado no encontrar un portátil en cada puesto de trabajo, así como uno por persona en el domicilio. Pero claro, portátil es una palabra que ha ido cambiando de significado.
Cuando «portátil» significaba caber en un armario con ruedas
La percepción pública de este tipo de máquinas se mantuvo constante durante muchos años, impidiendo cualquier desarrollo práctico.
Un ejemplo. El «analizador diferencial» de Lord Kelvin fue reinventado por su hermano James Thomson en 1876, pero tuvieron que pasar 50 años hasta que Vannevar Bush lo construyese y mejorase para el MIT en 1927. Y varias décadas más para que la NACA (predecesora de la NASA moderna) le diese uso. Hasta entonces fue poco más que una excentricidad bonita digna de un museo.
En la imagen de archivo de la NASA (1951) se puede ver cómo el panel de entrada de datos del analizador estaba empotrado en un mueble metálico que recuerda a un piano de pared. Sin embargo, el procesador es el sistema de armarios portátiles que se encuentran al fondo de la imagen.
En parte tiene sentido que en 1950 la opinión pública sobre los ordenadores fuese no fuese demasiado alentadora. Tenemos que pensar que factores como diseño o portabilidad se traducían en que quepa en un armario o que tenga ruedas y pueda ser empujado por menos de cinco personas. La gente, cuando pensaba en un ordenador, pensaba en los 2300 relés de la Z3 o en las 27 toneladas de la ENIAC. Hoy día tenemos diseños, digamos, algo más manejables:
No os preocupéis, que el ordenador pasará de moda pronto
La primera referencia a la computadora personal como tal (ordenador personal, en términos actuales) apareció en 1964 en la revista New Scientist en una serie de artículos de prospectiva llamado «El mundo en 1984». Lo veían como algo tan futurista que podía incluso no existir, como cuando ahora hablamos de colonizar Júpiter.
Lo más parecido y suave que se había dicho con anterioridad vino del periódico británico The Star en 1949. En él se decía, en referencia a la EDSAC de 1947, que quizá «un procesador [brain] pudiera bajar [al nivel de la gente común] y ayudar con la declaración de la renta o la contabilidad». Pero dejaba claro que no era «más que una especulación, y no hay ninguna señal de nada parecido».
La revista Prentice Hall, enfocada al mercado educativo, publicaba en 1957 (o quizá en 1959) un artículo firmado por el editor a cargo de la sección de Negocios que decía:
«He viajado a lo largo y ancho del país hablando con los expertos y puedo asegurarles que el procesamiento de datos es una moda pasajera que no llegará a finales de año».
Eso es tener visión de futuro, podríamos pensar hoy día. Aunque por aquel entonces no era fácil aventurarse en un presente en el que portátiles como el ASUS ZenBook Flip UX360UA se venden al público.
Cuando el ordenador más ligero pesa cinco toneladas es complicado imaginarse que existirá un dispositivo de 1,3 kg que poder llevar en una cartera, mochila o maleta a cualquier parte. Ni qué decir tiene que las salidas de datos en tarjetas perforadas impedían imaginar las actuales pantallas multitáctiles, las tablets o la posibilidad que tiene el ordenador moderno de plegarse en 360º para pasar de portátil a tablet en segundos.
Imágenes | ENIAC 1947, Torres Quevedo, Dominio Público, Archivo IBM, Dan, Universidad de Cambridge, ASUS ZenBook Flip UX360UA
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Fuente: Xataka
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