Stephen Hawking, el hombre que quiso comprender la mente de Dios: la vida, las ideas y el ejemplo de un genio
«Si encontrásemos una respuesta a esto, sería el triunfo definitivo de la razón humana, porque entonces comprenderíamos la mente de Dios». Stephen Hawking no tenía ambiciones pequeñas. Su vida estuvo marcada por una voracidad de saber casi inexplicable, por una vocación increíble de ir más allá.
Pero Hawking logró ir más allá, trascender la física contemporánea y convertirse en uno de los intelectuales más importantes de las últimas décadas. Se nos va un genio, pero nos quedan sus libros, sus teorías y su compromiso con la vida.
"Un chico normal"
La historia de Hawking pudo ser casi un cliché científico: un joven inglés de clase media que, aunque mostraba interés en la ciencia, la física y las matemáticas, no destacaba demasiado en nada. Ni en clase, ni durante sus primeros años en la Universidad de Oxford.
Se graduó en física y comenzó el doctorado en la Universidad de Cambridge. Allí, en la fiesta de Año Nuevo de 1965, conoció a Jane Wilde, la que sería su mujer, justo antes de que le diagnosticara la esclerosis lateral amiotrófica (ELA). Esos años fueron fundamentales. Años después, el mismo Hawking diría que el compromiso con Wilde, le "dio una razón para vivir".
Una nueva forma de ver el universo
Ya estaba trabajando en los agujeros negros, en la teoría de la singularidad. En aquella época, los agujeros negros no eran más que una predicción extrema de la física relativista. Sin embargo, mientras los estudiaba, a Hawking se le ocurrió que esas singularidades físicas podían ayudarnos a entender la otra (y verdadera) gran singularidad: el Big Bang, la gran explosión, el principio del Universo.
Esa era otra idea que llevaba años desarrollada, pero que no era muy popular entre los cosmólogos. La idea de que el Universo no era estable trastornaba profundamente a los físicos. Basta con recordar que Einstein se sacó de la manga una constante solo para neutralizar la idea de que el universo estuviera en expansión. Una constante a la que el propio Einstein denominó (algo precipitadamente) "la mayor metedura de pata" de su carrera.
En las ecuaciones que Hawking desarrolló con el matemático británico Roger Penrose, los agujeros negros y el Big Bang eran dos caras de la misma moneda. Y, por eso, las matemáticas que servían para entenderlos podrían servir de mapa para entender el comienzo de todo y, de paso, desarrollar una teoría unificada que combinara la relatividad genera con la mecánica cuántica.
Algunos de las ideas más interesantes, provocativas y revolucionarias vinieron de los esfuerzos del físico inglés por compatibilizar la cosmología y la física subatómica en el vórtice de un agujero negro. Cosas como la "radiación Hawking" (la idea de que estos cuerpos terroríficos "brillaban") hicieron que se ganara una excelente reputación en su campo de conocimiento. Con solo 32 años, fue nombrado miembro de la Royal Society, la institución científica más prestigiosa del Reino Unido.
El mundo conoce a Hawking
Pero la enfermedad empeoraba y estuvo cerca de morir en varias ocasiones. La peor de ellas en Suiza, donde la intervención quirúrgica para salvarle la vida requirió la amputación de las cuerdas vocales. Aquello fue todo un aviso: Hawking sintió que necesitaba explicar sus ideas al gran público y, de paso, ganar algo de dinero para cuando no estuviera.
En 1988, publicó "Breve historia del tiempo: del Big Bang a los agujeros negros". Un libro que vendió 9 millones de copias y le consagró como uno de los intelectuales vivos más importantes del mundo. La vida de Hawking cambió: se divorció, se casó con la que había sido su enfermera (Elaine Mason) y asumió su papel de figura pública en series, películas y programas de televisión
Sin embargo, siguió trabajando y lo seguiría haciendo hasta su último día. En 2004, presentó un giro radical sobre la "paradoja de la pérdida de información" en los agujeros negros y sorprendió a todo el mundo proponiendo una suerte de teoría de universos paralelos que se comunicaban a través de los agujeros. En 2010, publicó "El gran diseño", un libro en el que exploraba la búsqueda de la Teoría del Todo, una teoría capaz de desentrañar los misterios del Universo.
La responsabilidad con el futuro
"No me retiro", dijo cuando le llegó el momento de su jubilación como profesor de la Universidad de Cambridge. Y no le faltaba razón porque, a partir de 2006, casi incrementó su presencia pública tratando de buscar la respuesta a una pregunta. "En un mundo como este, inmerso en el caos político, social y medioambiental, ¿cómo podría la humanidad sobrevivir otros cien años?". Él, como reconocía, no sabía la respuesta.
Y quizás por eso, asumió que hacer que el mundo reflexionara sobre ella era parte constitutiva de su responsabilidad pública. Durante los últimos años, los medios hemos llenado páginas con sus advertencias sobre los peligros que nos acechaban. Muchas veces con condescendencia. No estábamos entendiendo que nunca fue el miedo lo que impulsó el trabajo de Hawking, sino un radical compromiso con la vida. Un compromiso que, a partir de hoy, echaremos en falta.
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Fuente: Xataka
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