Alita. Ángel de Combate es la gran película de Robert Rodríguez, un filme que asombra con sus efectos visuales y conmueve con su historia
Visionario, para mí, es un pintor de imágenes. Se puede ser pintor de imágenes aun en ausencia (física) de imágenes. Dan Simmons, por ejemplo, es un magnífico pintor de imágenes; Shakespeare, usando solo parlamentos, también lo era. En 'Alita. Ángel de combate' hay al menos tres visionarios: Robert Rodríguez, su director; James Cameron, su productor y coguionista; y Yukito Kishiro, el creador del seinen original. Pero probablemente podríamos ampliar esa cuenta; porque en sus efectos visuales está nada menos que Joe Letteri y en su dirección de fotografía Bill Pope. 'Alita. Ángel de combate' es una película de visionarios. Y es extraordinaria.
Entraba al cine con cero expectativas , la verdad. No es que no respete las habilidades de Robert Rodríguez como cineasta; en absoluto me parece un autor, pero sí un visionario. Como le pasa a Zack Snyder o al inefable Michael Bay, tiene la cabeza llena de imágenes poderosas. Y si se da la casualidad de que el guion sea pasable ('Desperado', 'Planet Terror') o magnífico ('Abierto hasta el amanecer'), ese poder para crear imágenes logra crear buenas películas. Pero me olía todo tan mal en 'Alita'. Tan mal…
Creo que parte del problema es que Cameron ha demostrado ser hasta la fecha un cineasta revolucionario y un productor mediocre. Mientras Spielberg puede decir que su sello produjo no solo sus películas, sino 'Gremlins', 'Los Goonies' o 'Regreso al futuro' (poca broma), el Cameron productor ha vivido obsesionado entre documentales pero ha tenido una suerte discreta en cuanto a los largometrajes de ficción.
'Días extraños' es de culto hoy en día, pero fue una buena castaña en su época; 'El santuario' es olvidable. La 'Solaris' de Soderbergh, interesante pero fallida. Y 'Le llaman Bodhi' es maravillosa, claro que sí, pero a la escala de película de acción. No hay nada en ese ramillete que haya escrito una página rotunda en el cine espectáculo, como si lo han hecho sus obras propias. Mejor dicho: no lo había. 'Alita. Ángel de combate es esa película'. No me canso de decirlo: es extraordinaria.
Vamos a viajar, entre fotogramas y viñetas, un poco por este cuento de una Alicia en un retorcido País de las Maravillas que es, al mismo tiempo, fábula de empoderamiento y mayestático ejercicio ciberpunk. Comenzamos con todo lo que han cambiado Rodríguez y Cameron del original de Kishiro. Han cambiado mucho, muchísimo. Pero todos los cambios tienen sentido.
Del 'pervert' nipón a la empatía multicultural
'Alita. Ángel de combate' es un manga muy manga. Con esto quiero decir que cae en todos esos tópicos que solemos asociar a los autores japoneses; por resumirlos someramente: sexo y violencia desatados y la mujer como objeto. Pero, al contrario de muchos otros ejemplos, es consciente de este lado pervert de la cultura japonesa y lo cuestiona como puede verse en la página de abajo, perteneciente a su primer gran arco argumental.
Es fascinante rastrear las concurrencias y divergencias entre lo que leemos en viñetas y lo que vemos y escuchamos en fotogramas. Rodríguez y Cameron han hecho un trabajo duro (y admirable) para transformar una historia brutal y pervertida en una obra para las masas. Y lo han hecho preservando lo esencial de la esencia de Kishiro: la obsesión por los límites corporales, la lucha de clases y el transhumanismo.
Alita película y Alita tebeo pasan por hitos argumentales muy parecidos. Arrancan en el mismo punto. Un cibermédico —Daisuke Ido en el original, Dyson Ido en la versión fílmica— recorre un vertedero de cuerpos robóticos y encuentra los restos de una ciborg con amnesia. La lleva a casa, la reconstruye y mantiene una tensa pero íntima relación con ella.
Esa breve descripción vale para la película y vale también para el manga. Las diferencias vienen al profundizar en cada uno de esos hechos narrativos. Para empezar, ¿cómo es esa relación entre Ido y Alita? Pues en el original es una relación, como decía, muy pervert. Ido trata a Alita, de inicio, como una idealización de la mujer; de hecho, llega a justificar que Alita no puede convertirse en una mercenaria porque la violencia está por debajo de su belleza y perfección.
La relación en la película es completamente distinta y parte del significado que se le da al nombre dado por Ido al ciborg: Alita. En el original es algo tan inane como que era el nombre de un perro que Ido había tenido; un probable guiño a 'Indiana Jones y la última cruzada'. En la película es una cuestión central: Alita es el nombre de la hija muerta de Ido. Por tanto, la relación erótica del manga se transforma en el amor (puro) de padre e hija. En el intento de reavivar ese amor.
Hay muchos otros cambios que configuran la 'Alita' de Rodríguez y Cameron. Cameron, que ha trabajado en este proyecto más de una década, toma elementos de los primeros cuatro volúmenes y los remezcla a su antojo. Por ejemplo, el Motorball, un brutal deporte a lo Rollerball que le da al filme su mejor secuencia. O el Makaku, el primer gran villano al que se enfrenta Alita, se convierte aquí en Grewishka, un ciborg a las órdenes de Nova, un misterioso personaje al que interpreta Edward Norton sin decir una palabra.
Otros acontecimientos suceden exactamente igual. Por ejemplo, el combate de Alita en el bar favorito de los mercenarios con los que comparte profesión. Y hay muchas, muchas cosas completamente nuevas. La más esencial es la trama secundaria que liga a Alita Keean con Hugo, un muchacho latino de estética muy Robert Rodríguez que no deja de ser el arquetipo del chico malo de la moto y la chupa de cuero con buen corazón. Pero, como veremos, todos los personajes son más que el mero engranaje que juegan en la trama. Tienen vida; porque el reparto al completo hace un trabajo sublime.
La dificultad de adaptar bien un trabajo tan amplio y complejo como el de Alita es enorme. Que Rodríguez y Cameron hayan afinado tan bien un castillo de naipes tan quebradizo y que hayan conseguido preservar lo esencial y a la vez mudar de piel las sensibilidades niponas por las occidentales, es casi un milagro. El propio Kishiro, en una entrevista reciente a 'MNS', daba en el clavo: "Si el señor Cameron puede aprehender el tema esencial de 'GUNNM' [el título original del manga], creo que la diferencia de episodios o personajes será superficial y será posible expresar 'GUNNM' coherentemente con su esencia. Lo más importante no es la adherencia a la historia original, sino la excelencia como una película completa". Difícil explicarlo mejor. Difícil, como decíamos, cumplirlo mejor que Rodríguez y Cameron.
Un vals de violencia ciberpunk
¡Cómo vuela la cámara de Rodríguez en 'Alita. Ángel de combate'! Me da mucha, mucha rabia no tener disponible la película para extraer algunos gifs que demuestren hasta qué punto se siente cómodo el realizador mexicano con su puesta en escena en esta película. Está a la altura, y no exagero un pelo, de lo que las Wachowski lograron en la asombrosa 'Speed Racer', Spielberg en su reciente 'Ready Player One' o en la infravaloradísima 'Tintín', o Cameron en 'Avatar'. El ojo se ve desbordado por el espectáculo. Pero la nitidez de cada escena es siempre perfecta.
Hay un concepto, que Spielberg trabaja como nadie, conocido como geografía del espacio cinematográfico. Básicamente significa saber dónde estamos en todo momento; la claridad de lectura de las acciones que se suceden en pantalla. En un extremo tendríamos un montaje hipercinético —el Ridley Scott de 'Gladiator'; el Michael Bay de 'Transformers; los Bourne de Paul Greengrass— que no nos deja percibir bien el espacio pero, en sus mejores ejemplos, transmite emociones muy intensas. En el otro, el master-shot prolongado, que mantiene largos planos secuencias para dejarnos percibir con claridad lo ocurrido. El combate final entre Neo y el Agente Smith es ejemplo magistral de esta concepción visual ; lo es también el abrumador arranque de 'Indiana Jones y el Templo Maldito'.
'Alita. Ángel de combate' pertenece a este segundo grupo; y a mí me sorprende (para bien) la seguridad y clasicismo que destilan sus imágenes. Rodríguez siempre ha sido brillante, pero desordenado, capaz de juntar lo mejor y lo peor sin que pareciera importarle mucho la diferencia entre ambos. Un director de rachas magníficas y terribles. Aquí, con el mayor presupuesto de su carrera , el buscavidas acostumbrado a rodar con cuatro duros demuestra que le puede mantener el pulso a quien se le ponga delante. Un Cameron, un Spielberg, un Cuarón, unas Wachowski… 'Alita' es tan buena como los momentos más brillantes de cualquiera de ellos.
La culpa la tiene, aparte del talento de Rodríguez, la cámara virtual. Sencillamente, si uno tiene gusto, se pueden hacer cosas imposibles en plató cuando la cámara no es más que un movimiento simulado en una renderización; pero claro, hay que tener ese gusto. La secuencia del combate de Motorball es del nivel de ese apoteósico final de 'Speed Racer' o de la primera prueba motorizada de 'Ready Player One'. Hay una fórmula para los travellings en una escena de acción que suele dar resultados excelentes. Entender cuál es el flujo del movimiento y adaptar los movimientos de cámara a él.
En la secuencia a la que me refiero, dicho flujo lo marca el deslizar de los patines; la cámara, en consecuencia, se desliza. A veces, se pone a la par de la patinadora protagonista, Alita. A veces, se engancha a alguno de sus rivales. Pero siempre encuadra con mimo y elegancia, dejándonos ver la acción. Y qué acción. Toda la violencia de Kishiro sigue ahí, pero sin salpicar; al menos, sin salpicar sangre roja.
La acción de 'Alita' se mide en desmembramientos. Es lo que más vemos. El cuerpo en el transhumanismo ya no es una expresión del yo, sino un atrezo variable del mismo modo que la ropa. De hecho, en el manga original, Alita llegaba a vestir 11 anatomías a lo largo de los múltiples volúmenes de la trama. Así que 'Alita' veremos todo tipo de mutilaciones cibernéticas. Se cortan piernas, brazos y cabezas. Se perforan ojos. Se abren en canal cuerpos inmensos. Pero la ausencia de gore, de sangre y vísceras derramadas, convierte el cruento espectáculo en algo perfectamente visible por un adolescente. La violencia desmedida del manga, sin claudicar, se ha domesticado.
Vencer el 'Uncanny Valley'
¿Es perfecta la representación visual de 'Alita'? ¿No hay ya ningún momento que rechine en este personaje digital para creérnoslo como real? No; no lo es. Pero es un nuevo hito que avanza desde las impresionantes cotas logradas por Avatar. Aquí no hay epidermis azul, ojos amarillos y orejas grandes en las que refugiarse para que la carne digital parezca más real. Alita, de cuello para arriba, es alguien muy, muy parecida a una humana. Ojos más grandes y poco más.
Nos la creemos. Nos la creemos. Es verdad que la película fuerza, sobre todo en el arranque de la trama, muchos momentos de emociones en hipérbole para que empaticemos con el personaje. Exagera lloros, risas, timideces y euforias para hacer creíble y memorable a Alita. Pero la interpretación es tan buena y el sostén narrativo tan firme que nos lo creemos.
Ayuda mucho también lo bien arropada que está Alita por el resto de actores. Cristopher Waltz está tremendo como Ido; su mujer, la bellísima Jennifer Connelly, igualmente soberbia. El guaperas de Keean Johnson es mucho más que un guaperas; logra encarnar el rol vulnerable y el dominante; pasa de ser el chico malote que enamora a la chica al chico sensible que necesita ser salvado por ella; sin rechinar. El oscarizado Mahershala Ali tiene poco que hacer; pero todo lo que hace, lo hace bien. Y, por supuesto, Rosa Salazar está colosal en su interpretación motion-capture de 'Alita'. A la altura de un Gollum, un King Kong o un Cesar de Andy Serkis.
Creo que 'Alita. Ángel de Combate' es la prueba final de que los personajes digitales están listos para convivir definitivamente, y en el grado que se desee, con los de carne y hueso. No estamos aún en el punto de no poder diferenciar en un primer plano a unos de otros. Pero sí estamos en el punto de emocionarnos y empatizar con el CGI como empatizamos con un actor. Como fabuló la magnífica 'The Congress' de Ari Folman, que estemos ahí abre inquietantes posibilidades para el futuro. Pero también es fascinante. Podemos crear seres inteligentes virtuales que emocionan con sus miradas y anhelos, con sus sonrisas y lágrimas.
Pero lo esencial para creernos cualquier efecto visual, y 'Alita' nos lo vuelve a demostrar, es una maestría en el arte del narrar. Rodríguez ya puede decir que la tiene, que pertenece al Olimpo de los grandes directores del cine espectáculo. Aunque han saltado todas las alarmas prediciendo el desastre de 'Alita' en taquilla, espero que no se cumplan. Merece la mejor de las suertes.
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La noticia Alita. Ángel de Combate es la gran película de Robert Rodríguez, un filme que asombra con sus efectos visuales y conmueve con su historia fue publicada originalmente en Xataka por Ángel Luis Sucasas .
Fuente: Xataka
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