Jugarse la piel por una idea que no da la talla: leemos el nuevo libro del polémico Nassim Taleb
Hubo muchas formas de llamarlos: "gabinetes de curiosidades", "salas de rarezas", "cuartos de maravillas". Da un poco igual como los llamemos, pero aquellas bizarras colecciones a medio camino entre los 'freak shows' que paseaban rarezas biológicas de pueblo en pueblo y nuestros museos de arte o de historia natural triunfaron entre los nobles, aristócratas y burgueses de los siglos XVI y XVII.
Sinceramente, no se me ocurre mejor manera de pensar en 'Incerto', el ciclo de ensayos sobre riesgo e incertidumbre de Nassim Taleb, que como una versión contemporánea de aquellos gabinetes de curiosidades. Una mezcla poco estructurada de citas clásicas, ideas matemáticas, ataques desquiciados y pasajes divertidísimos que define a uno de los personajes contemporáneos más extraños del momento. Hoy hablamos del último libro de Taleb, 'Jugarse la piel' (Amazon).
El enfant terrible de la intelectualidad moderna
Más allá de su imagen pública de enfant terrible, en estos 20 años Nassim Taleb ha conseguido crear un género literario nuevo y personalísimo: ha empujado al ensayo popular dentro de la gran familia de productos que los expertos llaman 'Infotainment'. Si el 'infoentretenimiento' es la tendencia a dar noticias y hechos de una forma entretenida, divertida o, incluso, humorística. 'Jugarse la piel' desarrolla esa lógica en el mundo del ensayo hasta puntos insospechados.
En él, podemos ver a un Taleb con un dominio absoluto del 'beef' y un estilo argumentativo bronco, condescendiente e, incluso, visceral que sí, hace del libro algo morboso y divertido, pero ineficaz. Taleb parece querer abordar todos los temas con una mezcla de gallardía, ingenio y radicalidad. SIn embargo, 'Skin in the game' es un ejemplo magnífico del riesgo que se corre si te metes en todos los charcos con una propuesta teórica que no sea 4x4.
No obstante, es intelectualmente peligroso quedarse en la superficie o ridiculizarlo. Los libros de Taleb se leen con pasión por miles de personas y se usan como argumentos de autoridad en numerosas situaciones. Eso es así, porque (nos guste o no) contienen diagnósticos nítidos que merecen ser discutidos, contienen propuestas que merecen ser puestas en contexto.
Leyendo 'Jugarse la piel'
Por ello, si me lo permitís, voy a prescindir de todo el atrezzo retórico de 'Skin in the game' y voy a tratar de quedarme con las ideas centrales. Este es un libro que reflexiona sobre un problema social: el que surge de tener a un montón de banqueros, académicos, periodistas y burócratas tomando decisiones sin tener que verse afectados por las consecuencias negativas de ellas.
Es decir, es un libro sobre uno de los problemas clásicos de la economía clásica y contemporánea, el problema agente-principal: el problema que se da cuando un actor (el principal) depende de otro actor (el agente) sobre el que no tiene información perfecta. Este problema se da en situaciones tan corrientes como coger un taxi en una ciudad desconocida: ¿Cómo podemos estar seguros de que el conductor (el agente) nos llevará a nosotros (el principal) por la ruta más rápida y económica?
El mismo Adam Smith, uno de los padres de la economía moderna, dedicaba una parte de su 'Riqueza de las Naciones' a hablar (y quejarse) sobre este problema. Os cito un pasaje solo por el mero placer de ver cómo los argumentos básicos de 'Jugarse la piel' ya estaban formulados en 1776:
"[...] la mayor parte de estos accionistas [...] no se interesan en sus asuntos y están satisfechos con recibir el dividendo semestral o anual que los directivos consideran conveniente pagarles. Esta ausencia total de inconvenientes y riesgos, más allá de una suma muy limitada, anima a muchas personas a volverse empresarios en una sociedad por acciones, personas que en ningún caso arriesgarían su fortuna en una sociedad particular [...] Ahora bien, no es razonable esperar que los directivos de estas compañías, al manejar mucho más dinero de otras personas que de ellos mismos, lo vigilen con el mismo ansioso cuidado con el que frecuentemente vigilan el suyo los socios de una empresa particular [...] En consecuencia, el manejo de los negocios de esas compañías siempre está caracterizado en alguna medida por la negligencia y la prodigalidad."
Lo que pretende hacer Taleb en el libro es reconceptualizar el problema y presentar una propuesta (práctica y moral) para actuar bajo la incertidumbre. En ese sentido, La idea central del libro se resume en una proposición muy sencilla: “cualquier persona involucrada en un acción que pueda generar daños en otros (incluso probabilísticamente) debe estar expuesta a ese daño daño independientemente del contexto”.
La clave está en jugarse el pellejo
Ya en 2013, Taleb y Sandis expusieron algo parecido en “The Skin In The Game Heuristic for Protection Against Tail Events”. La idea es esencialmente la misma: si los que toman las decisiones "se juegan el pellejo" en esas decisiones garantizamos la simetría entre actores (se comparten tanto los beneficios como los riesgos), se reduce la ocultación de información y se desincentiva la transferencia de problemas a futuro mejorando la resiliencia de los sistemas complejos antes eventos remotos (pero potencialmente devastadores, los cisnes negros).
Resumiendo, Taleb resuelve el problema agente-principal por la vía de “principalizar” al agente. Planteado así parece claro y luminoso. Nos dirá que toda esa casta de opinadores, decisores y diletantes que se dedican a tomar decisiones en la vida de los demás sin jugarse el pellejo son el problema.
De hecho, Taleb va más allá con su propuesta. COmo decía, para él, el heurístico de jugarse el pellejo no solo tiene una dimensión práctica ("es mejor que los que toman las decisiones se jueguen el pellejo") sino que tiene también una dimensión moral ("solo los que se juegan el pellejo están legitimados para tomar decisiones por los demás").
Al explorar esa dimensión moral (la principal singularidad de la propuesta talebiana) recurre al conocimiento de los clásicos en un tour de force que lo lleva de la Ley de Talión, al imperativo categórico kantiano pasando por el Levítico 19:18 o la regla de oro.
Reglas simples en un mundo complejo
Algo que caracteriza a los libros de Taleb es su tendencia a coger un concepto ya estudiado (normalmente por la economía), reexponerlo y venderlo como una gran innovación. No suele ser el caso. Por poner un ejemplo: la idea central de 'El Cisne Negro' (Amazon) está descrita en lo que conocemos como 'problema del peso' y fue popularizado nada menos que por Milton Friedman en los 70.
El muro con el que se tropieza una y otra vez Taleb en 'Jugarse la piel' es que el problema agente-principal no es fácil de resolver. Es sorprendente que una persona que dedica tanto tiempo a escribir sobre la complejidad no se percate de que en un mundo como el actual su solución no tiene ninguna utilidad práctica.
Sociedades complejas e hiperespecializadas como las de hoy son sinónimo de cientos, miles, millones de problemas agente-principal. Cada pequeño detalle de nuestra vida social se enfrenta a conflictos y tensiones de este tipo. Eso hace que, como ha constatado la economía durante los últimos 300 años, los agentes y los principales de la vida real tienen preferencias, incentivos y valores distintos (y, muchas veces, irreconciliables).
No sé si es posible vincular directa y punitivamente a cada agente (productores, médicas, taxistas, maestras, etc...) con cada uno de los usuarios de sus productos o servicios, pero lo que sí tengo claro es que los costes asociados a esa iniciativa son enormes.
El primero de ellos la reducción de gente dispuesta a ofrecer servicios a los demás. Llevando la idea a sus últimas consecuencias, ¿quién estaría dispuesto a operar a otra persona si se expusiera a ser ejecutado cuando una mala decisión acabara con la muerte del paciente? La evolución histórica nos llevó de la Ley de Talión a la responsabilidad limitada por necesidad: en sociedades complejas se necesitan sistemas regulatorios más complejos que la pura y fría simetría de la que habla Taleb.
Incierta contribución
Como decía Anton Strezhnev, la escasa utilidad práctica del 'Jugarse la piel' en contextos complejos lo acaba convirtiendo en “una meta aspiracional sobre cómo deben gestionarse las relaciones principal-agente”. Es decir, acaba reduciéndose a lo que mejor sabe hacer Taleb: explorar ideas poco transitadas, defenderlas de forma potente y llevarlas hasta sus últimas consecuencias.
Hay más ideas en el libro (como la de las minorías tozudas o su odio visceral a economistas, académicos y pundits de todo pelaje), pero en casi todas nos encontramos el mismo esquema. Taleb tiene la habilidad de iluminar los problemas de formas originales, interesantes y provocadoras. Sin embargo, parece que se contenta con eso: alguien tan obsesionado con su imagen de gigante intelectual que es incapaz de ver que tiene los pies de barro.
Imágenes | Steve Jurvetson
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Fuente: Xataka
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