'Hellboy': cómo afecta la censura de las escenas más violentas de la versión española a un estupendo despliegue de imaginería diabólica
Durante una temporada, y hasta que se estrene la versión íntegra de la película va a ser imposible afrontar una crítica del film de Neil Marshall sin hacer referencia a los recortes que ha sufrido de cara a su estreno en España. Un montaje suavizado de violencia y de imaginería extrema que también ha llegado a algunos países de Latinoamérica y a China. Hasta donde sabemos, en buena parte de Europa y Estados Unidos ha sido estrenada con el montaje íntegro.
Hemos hablado con Cecilia Calvo, del departamento de prensa de Vértice360, distribuidora de la cinta en España, para que nos aclare esta decisión. Pero empecemos por el principio. A finales de febrero fui invitado al pase de 'Hellboy' para poder entrevistar a David Harbour, protagonista de la película. La copia que se proyectó fue, nos cuenta Calvo, "*una copia de trabajo sin subtítulos y con una marca de agua, y con la posproducción de efectos y audio aún incompleta en alguna secuencia*". Es una versión prácticamente idéntica a la que se distribuyó en Estados Unidos, de una violencia de tal calibre que fue calificada R.
Se trata de un auténtico festival para aficionados al género sin prejuicios: el director Neil Marshall introduce en una turmix una serie de elementos que en su cabeza están vinculados al cómic de Hellboy (del cine satánico de los setenta a la mitología pulp antinazi de los años cuarenta, pasando por las portadas más costrosas y tremendistas del death metal) y los escupe al espectador como una ametralladora. Es una operación muy similar a la que llevó a cabo con el cine post-apocalíptico en su excelente 'Doomsday', que daba bandazos entre los Coches Locos, el 'Mad Max' más canónico, los plagios italianos de éste y '1997: Rescate en Nueva York'. Pero de algún modo, todo tenía sentido.
Marshall es un demente que arrancó su carrera con una extraordinaria y muy barata película de hombres-lobo soldado ('Dog Soldiers'), que firmó una pieza de terror asfixiante bajo tierra absolutamente perfecta ('The Descent'), y que ensayó algunas de las batallas que luego rubricaría en los mejores episodios de 'Juego de tronos' o 'Black Sails' en 'Centurión', su inesperada reformulación del peplum. En 'Hellboy' parece decidido, como hizo en anteriores proyectos, a coger un género desgastado por las convenciones, la masificación y los recursos formulaicos -en este caso el mainstream superheroico- y ponerlo patas arriba a base de exceso y explicitud gráfica.
'Hellboy' es un combinado letal de elementos que hereda del cómic original de Mignola, de hecho, su estructura altamente episódica. La película de Marshall parece más un film de sketches con 'Hellboy' como única nota común. El personaje deambula (a veces sin hacer acto de presencia) por un flashback que parece una versión sucia de una película de Jim Henson, por un homenaje al clásico de la serie Z 'Frankenhooker', por una reformulación de 'Depredador', por un paseo por los pulps pre-superheroicos de los años cuarenta -y adaptación febril del primer arco del personaje en papel- y por una historia de gigantes en la campiña inglesa que habría firmado con gusto el Terry Gilliam más consciente de que el ultragore era un elemento esencial de los Monty Python.
Hellboy: la versión original
Ese collage tremendista cuenta con desparpajo y a una velocidad febril cómo Hellboy debe enfrentarse a la bruja Nimue (Milla Jovovich) cuando ésta, vencida en la Edad Media por el mismísimo Rey Arturo, comienza a recuperar su fuerza perdida. Cuando logre recuperar todas sus extremidades (fue despedazada por el rey bretón), pondrá a Hellboy -y a su dispar equipo de investigadores de la Agencia para la Investigación y Defensa Paranormal (AIDP)- frente a su mayor enemigo: él mismo, ya que debido a su naturaleza demoniaca está llamado a desatar el apocalipsis que acabe con la Humanidad.
La historia del monstruo que busca aceptación y que solo cuando reconoce su verdadera naturaleza diferente es capaz de vencer a su primordial enemigo (él mismo) es un código de la fantasía cuyos orígenes se remontan a la mitología grecolatina, se afianzó con la literatura gótica y tiene su encarnación actual más conocida en la épica superheroica. De Hulk a Spider-Man, pasando por Batman, todos los superhéroes tienen que mirar su reflejo, asumir lo que son y solo entonces ser capaces de imponerse sobre sus némesis (a veces gemelos distorsionados de sí mismos).
De hecho, esta película de Marshall parece ser el gemelo distorsionado de la de Guillermo del Toro, ya que contando una historia muy similar, la versión 2019 sube el potenciómetro de la violencia y la imaginería satánica al 11. Si Del Toro proponía una estética steampunk y con criaturas de fantasía blanca en la discutible 'Hellboy II', Marshall propone una peripecia de desaprendizaje que parece protagonizada por Eddie -la mascota de Iron Maiden- y que afianza sus raíces en la tradición de la serie Z y el arte oscuro. Un arte no estrictamente cinematográfico, como demuestra esa pulidísima aparición de la mitológica Baba Yagá, sin duda el momento en el que Marshall parece querer mirar cara a cara a Del Toro... para dejarlo atrás.
Con un ritmo frenético, una estructura aparentemente descuidada pero que en realidad obedece a una diabólica proporción áurea del despendole infernal, 'Hellboy' usa como argamasa para su deslavazada estructura dos elementos. Por una parte, el humor tosco (muy presente, pese a su elegancia gráfica, en el original de Mignola: no olvidemos que ese tebeo trata, como cualquier buen cómic de superhéroes, de alguien cuya única solución ante los problemas de la vida es abrirles la cabeza con un puño de piedra). David Harbour se revela aquí como todo un descubrimiento, más mundano y chanante que Ron Perlman, y con un aspecto mucho más desastrado (frente a la pulcra presencia, de colores lisos, del Hellboy de Del Toro, el de Marshall es peludo, sudoroso y decididamente más infernal).
El segundo elemento que da cohesión al conjunto, y ahora hablaremos algo más a fondo de ello, es la violencia. Marshall es mucho más que un director violento: es un esteta de la brutalidad visual. El baño en la piscina de restos humanos putrefactos en 'The Descent' o la estética feral y prehumana de 'Doomsday' ya demostraban que la violencia no es para él solo una forma de epatar, sino que su entendimiento como opción estética, con su propio lenguaje, forma parte de su discurso. En 'Hellboy', lleva ese elemento hasta la cima de su filmografía.
Por desgracia, 'Hellboy' fue recibida a patadas por la crítica estadounidense, que echó de menos la poética personal pero imperfecta de Del Toro (los dos 'Hellboy' no están entre sus mayores aciertos) y consideró la aportación de Marshall como una versión rebajada de aquellas, cuando más bien es todo lo contrario. La taquilla tampoco respondió, quizás necesitada en estos tiempos oscuros de fantasías algo más conformistas y esperanzadoras. Una auténtica pena, porque posiblemente hayan desactivado la posibilidad de más entregas con Marshall al frente.
Hellboy: la versión recortada
El viernes pasado, la crítica española tuvo ocasión de asistir a un nuevo pase organizado por Vértice 360. La sorpresa que nos llevamos unos pocos (porque pocos éramos los que habíamos tenido acceso a la versión previa) fue que la violencia había sido suavizada. Cecilia Calvo afirma que "el total de los cortes no llega a un minuto": lo que faltan en algunos casos son meros frames, el final de algunas muertes, detalles en planos aislados. Pero vistos en su conjunto, aunque no sumen demasiado tiempo total, la intención de esos cortes va más allá de un mero eliminar el final de las secuencias violentas (por ejemplo, en la versión USA, a Nimue le cortan la cabeza y el brazo, en la versión española solo la cabeza -y sin sangre-). Supone un retoque digital exhaustivo para rebajar la violencia a la película, es decir, una labor muy meticulosa de eliminación de las partes más salvajes del film.
El motivo es que "a Vértice, al igual que al resto de distribuidoras del mundo, Lions Gate nos ofrece dos versiones para que escojamos con libertad la que queremos distribuir". Y Vértice decide, por razones meramente comerciales, pensando que se llegará a más público con ello, distribuir la versión recortada. La distribuidora afirma que "nosotros no hemos recortado nada, todo lo que se ha eliminado cuenta con la aprobación de productora y director", y es obvio: hay una manipulación de las imágenes tan exhaustiva que solo puede haber sido realizada por los propios creadores del film. Un ejemplo que demuestra por qué esto no es positivo: una transformación de un hombre en tigre absolutamente brutal, que recuerda a las míticas mutaciones de clásicos de los ochenta como 'Un hombre lobo americano en Londres' o 'En compañía de lobos' pierde toda la carga sangrienta de forma -casi perversamente- sutil: las uñas que en la versión original caían una a una de los dedos entre chorros de sangre, aquí se desprenden como si nada, casi sin dolor.
Para que os hagáis una idea de los niveles de censura que ha sufrido la copia de #Hellboy que llegará a salas españolas, aquí podéis ver una comparativa entre varios momentos del tráiler final español y el norteamericano. pic.twitter.com/8NqWaW2zsy
— Victor López G. (@Meccus) 14 de mayo de 2019
La cuestión es... ¿es para tanto? De acuerdo, esta versión es menos violenta, ¿pero afecta tanto al personaje?. Me asegura Cecilia Calvo que "Hellboy sigue siendo el de siempre, no hemos convertido al personaje en el Santo Job". La segunda versión, en efecto, argumentalmente es idéntica a la primera: el folk horror pasado por la túrmix de los luchadores mexicanos y los monstruos inspirados en las criaturas de 'Silent Hill' está ahí, pero el problema es que la violencia forma parte de la misma naturaleza medular de la película. Al eliminarla no solo se está traicionando la visión de Marshall (y afectando al ritmo de sus secuencias de acción: la aparición de los demonios finales, por ejemplo, es abrumadoramente breve, y no se entiende del todo bien). También queda afectada la evolución de Hellboy como personaje.
Todo el drama de Hellboy viene del choque entre su parte demoniaca y la humana: si no se muestra la demoniaca en todo su esplendor, ese conflicto apenas se entiende. La imaginería diabólica del final sin violencia es menos aterradora, se queda en CGI de videojuego: el apocalipsis es menos apocalíptico si los monstruos solo se pasean, si las montañas de cadáveres han sido eliminadas. Ya no se trata de la satisfacción visual de la violencia explícita: literalmente, el infierno que propone la película es un tibio remedo del concebido por Marshall.
El humor está intacto, el extraordinario diseño de los monstruos, incluso la violencia conceptual, la que lleva a Hellboy a arreglarlo todo a puñetazos. Pero hay algo que formaba parte de la esencia primigenia de la película en su montaje original que se ha perdido, y no son solo unos cuantos salpicones de sangre. La violencia que transpiraba el montaje original era dantesca, grotesca, creativa, era la diferencia entre que los puñetazos de Hellboy fueran asépticos trompazos de película Marvel o demoledores zurriagazos de gamberrada Dark Horse. En Hellboy hay más "boy" que "hell", y eso no convierte a este montaje en una mala película, pero sí en una que deja con ganas de más... por una desafortunada decisión comercial.
¿Y ahora qué? Está por ver si el backslash negativo repercute en la taquilla o no es más que el ruido de las redes, amplificadísimo como de costumbre. Nos cuentan en Vértice que "nuestros compañeros de 'home video' están valorando incluir la versión íntegra en la edición doméstica. Aún no se ha decidido en firme, pero se está valorando". Es un alivio que no estemos ante un caso de una película cuya visión original del director ha quedado perdida para siempre. Tarde o temprano veremos esa versión íntegra, pero no deja de ser un problema desde el punto de vista creativo y de la libertad de Neil Marshall para que se distribuya su visión del personaje. Es una pena que para una vez que alguien se plantea el cine de terror, acción y superhéroes con un brío, un humor negro y una contundencia que deja al espectador clavado en la butaca, haya tenido esta mala suerte en un país donde hacía tiempo que no nos pasaba algo semejante.
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Fuente: Xataka
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