'Providence': H.P. Lovecraft y Alan Moore se encuentran en el núcleo de un cómic aterrador, obsceno y lleno de tentáculos
Más de ochenta años después de su muerte, la obra de H.P. Lovecraft sigue generando controversia, admiración y también, por qué no, réplicas, parodias y apostillas. Dos ejemplos muy cercanos en el tiempo son la prueba perfecta de que, más allá de la propuesta estrictamente canónica del autor, su imaginación y la de su círculo de colegas autores, la mitología de Cthulhu y otras deidades ignominiosas sigue cosquilleando con su terror materialista la imaginación de los autores.
La primera de esas novedades recientes es 'Territorio Lovecraft', una fantástica novela de Matt Ruff estructurada a través de una colección de cuentos más o menos independientes y que acaba de ser editada en español por Planeta. Oirás hablar mucho de ella porque va a ser adaptada por nada menos que Jordan Peele y J.J. Abrams a formato serie para HBO. Se trata de una reflexión, rebosante de sátira y conocimiento de sus fuentes, acerca del racismo endémico en la literatura de Lovecraft, con un grupo de personajes de raza negra paseando por los parajes ficticios que inventó el autor en su día y donde, aquí, los shoggoths dejan paso a los capirotes del Ku Klux Klan. (Por cierto: si quieres una regurgitación española de los mitos de Lovecraft te recomendamos la fantástica antología 'Combustible Lovecraft', de la que hablamos aquí)
La segunda novedad reciente es 'Providence', una serie limitada de 12 números que publicó Avatar Press entre 2015 y 2017, y que llegó a España de la mano de Planeta en tres tomos. La guionizó el popular y analizadísimo guionista británico Alan Moore y lo ilustró uno de sus compinches habituales, Jacen Burrows, un dibujante de trazo detallado y gestos hieráticos, que cuenta en su haber con colaboraciones con otros grandes del guión británico, como Warren Ellis o Garth Ennis. 'Providence' funciona como precuela y secuela simultánea de las obras previas de Moore 'Neonomicon' y 'The Courtyard'.
Moore pone en marcha con 'Providence' la táctica que tan buen resultado le ha dado en muchas de sus obras a lo largo de su carrera: llenarlo todo de referencias, a veces absolutamente oscuras y esotéricas, que van mucho más allá de un mero guiño para conocedores, sino que plantean todo un entramado de dobles significados. El ejemplo clásico de este sistema es 'La liga de los caballeros extraordinarios', un pastiche monumental de referencias a la cultura pop, pulp y victoriana. 'From Hell' también emplea esa narrativa, pero abigarrando menos el estilo, de tal modo que aunque el cómic en sí es absolutamente legible sin ayudas externas, la versión anotada resulta una experiencia doblemente fascinante.
'Providence' ha sido definido como el equivalente a 'Watchmen', pero con el imaginario de H.P. Lovecraft como base, en vez de con la simbología superheroica. Es obvio por qué se hace la comparación: Moore es incluso más devoto de los mundos de Lovecraft que de los héroes disfrazados, y de sus relatos sabe extraer un componente mágico que a menudo no se explota en otras obras de terror materialista o de acción con tentáculos. Narrativamente es, por descontado, menos compleja en lo formal que la magnífica 'Watchmen', pero en cuanto a ambición no le va a la zaga.
''Providence': dentro del armario, en lo profundo de Nueva Inglaterra
Robert Black es un periodista gay (cuyos intereses íntimos se guarda mucho de hacer públicos) que trabaja en 1979 para el New York Herald. En uno de sus encargos, y tras la trágica muerte de su amante secreto, tiene una inspiración para escribir una gran novela acerca de aquellos que permanecen ocultos en las catacumbas de la sociedad. ¿Cómo él mismo? Sí, pero también como sociedades, cultistas, monstruosidades, excéntricos, investigadores que rinden pleitesía a realidades que palpitan bajo lo cotidiano. Según se adentre en lo más profundo de América irá descubriendo que hay otros mundos en este mismo, y que lo oculto puede estar más a la vista de lo que cree.
Así, con la tradicionalísima estructura del viaje por los parajes diversos de un país que es, a su vez, una inmersión sin retorno en la propia psique del protagonista, Alan Moore plantea lo que en la superficie es una excursión por ese Lovecraft Country que da título al mencionado libro de Matt Ruff. Ese Territorio Lovecraft es un término popularizado por el juego de rol 'La llamada de Cthulhu' para referirse a los escenarios de Nueva Inglaterra que Lovecraft usó en tantos de sus relatos, y que vagamente podrían situarse, en la realidad, al noreste de Massachusetts. El imaginario mapeado del Territorio Lovecraft incluye localizaciones tan destacadas como Arkham, Dunwich o Innsmouth o, ampliando el espacio a un territorio verídico, la propia ciudad natal de Lovecraft, Providence.
Ese mapeado, real o imaginario, conforma algo que Alan Moore conoce a fondo, porque ya lo puso en práctica con el increíble interludio psicogeográfico que partía en dos 'From Hell'. El hecho de recorrer un territorio ya es ejecutar un sortilegio donde el conjuro es el terreno y el terreno es un reflejo físico de la psique del mago. Un mago como Alan Moore o un mago como el propio Lovecraft, que puso uno de sus hechizos más poderosos nada menos que en su lápida, como buen nigromante: en ella se puede leer la inscripción 'Yo soy Providence'. Y esta 'Providence' de Moore y Burrows es, claramente, un elogio y una invocación a Lovecraft.
Para llevar a cabo esa invocación, 'Providence' aborda un tema que Moore conoce bien, por una parte porque es un excelente escritor. Por otra, porque es mago y sabe cómo funcionan los conjuros, y que el idioma es el más preciso y complejo de todos los hechizos. En 'Providence' el lenguaje, las palabras son como púas que afianzan un concepto que ronda a Moore en muchas de sus obras: el de las ideas que se instalan en nuestro subconsciente y que se reproducen y multiplican como si fueran virus. Con la ayuda de las palabras (por eso sus personajes son verborreicos, por eso la mitad -literalmente, la mitad- del contenido de 'Providence' son largas cartas que expresan -casi- todos los pensamientos más íntimos de Black), esas ideas toman forma. Y con la ayuda de las palabras, se propagan a lo largo y ancho del subconsciente colectivo. El viaje de Black por Nueva Inglaterra también es eso: el encuentro con conceptos monstruosos, que serpentean en el lenguaje y las habladurías, y que son incontenibles e indescriptibles.
Para Moore, y esto está en su obra desde sus inicios, no hay nada tan vírico y tentacular como la cultura pop, por eso manipula los mitos creados por Lovecraft como si fueran arcilla y los integra en un todo colosal. El aliento con el que da vida a estos pequeños ídolos son todos los temas y fobias que están en el subtexto de Lovecraft: la homosexualidad, el racismo, la religión, lo carnal, el puritanismo, las exigencias de una sociedad más despiadada que cualquier culto... como hizo en 'La liga...', en 'From Hell' o en 'Supreme', entre muchas otras, es la cultura popular -las novelas baratas y la ciencia ficción materialista en este caso- la que funciona como esos virus que mencionábamos más arriba, sumergidos en el subconsciente colectivo.
El compinche perfecto
A menudo (salvo en desastres como 'Supreme', meritorio por el abismal desequilibrio entre la sutileza de su texto y lo desastroso de sus viñetas) los dibujantes que acompañan a Moore son escogidos muy cuidadosamente por el guionista. La languidez churrigueresca de Kevin O'Neil en 'La liga de los caballeros extraordinarios', el oscuro y mortecino Eddie Campbell en 'From Hell', la sobriedad clásica de Dave Gibbons en 'Watchmen', las tinieblas mórbidas de Stephen Bissette en 'La cosa del pantano', la delicia art-déco de J.H. Williams III en 'Promethea'... la lista es interminable.
Jacen Burrows, el acompañante gráfico de Moore en 'Providence', pasa a engrosar la larga lista de ilustradores con los que Moore se ha entendido perfectamente. Burrows ya ilustró los excesos lovecraftianos de 'The Courtyard' y 'Neonomicon', pero es aquí donde se encuentra realmente cómodo a los lápices. Imbuído del sentido del ritmo y de la concepción de lo monstruoso de Lovecraft, ilustra con pulcra calma -casi buscando el realismo- edificios, construcciones y escenarios reales. Sin embargo, a la hora de enseñar monstruos o criaturas que desafían toda descripción se deja llevar por un trazo mucho más suelto y devoto del delirio. El tramo final de la historia, absolutamente alucinógeno, es buena prueba de esta versatilidad.
Moore además, planifica su historia con esa distribución de viñetas en la página que puede recordar a sus juegos especulares en 'Watchmen', y que aquí se plasma en el empleo continuo de viñetas apaisadas, horizontales, normalmente cuatro por página, que da una visión del mundo de 'Providence' estable y asentada en unos cimientos inamovibles. Hasta que deja de serlo: el descenso a un infierno de pesadilla a través de un sótano o algunas de las revelaciones finales hacen que Burrows emplee viñetas verticales, lo que desestabiliza profundamente este universo de apariencias, dejando claro que Moore cree que, bajo la aparente infabilidad de lo tangible hay mundos que son inestabilidad sensorial pura.
Todo ello son elementos que suman en una obra de altísima complejidad, que va mucho más allá de un rosario de guiños. Por supuesto, los hay: los aficionados a coleccionar visualizaciones de la zoología lovecraftiana, siempre libres y personales -las descripciones del escritor a menudo eran demasiado vagas como para generar un plasmación gráfica "única"- tendrán su buena ración de seres tentaculares, criaturas anfibias y... ehm... toneles con bocas del tamaño de torres. Quienes hayan llegado a Lovecraft a través de los glosarios de criaturas de 'La llamada de Cthulu' se encontrarán con una buena cantidad de visiones alternativas de su bestiario, más fiel a las descripciones originales.
Quienes quieran puzles que doten de sentido universal al cosmos del autor, también se verán recompensados: Moore conoce a fondo la obra de Lovecraft y, como hemos contado, da un sentido común a relatos que partieron de una sensibilidad unívoca, pero que no estaban pensados para entrar en un mismo canon, algo que solo sucedió años después de la muerte del escritor. A través de la siempre útil filosofía de "Es un mundo extraño", Moore da coherencia a una Providence donde el protagonista de 'Aire frío' (una historia de horror tradicional, casi al estilo Poe) puede coexistir con las criaturas de 'La sombra sobre Innsmouth' (uno de los relatos más afines al clásico 'estilo Lovecraft') o con todos los cuentos de naturaleza onírica del autor (los del ciclo de Randolph Carter, el onironauta que tanto le debe a una de las influencias esenciales de Lovecraft, Lord Dunsany).
Hay tantas lecturas posibles de 'Providence' como de la propia obra de Lovecraft (por ejemplo: el escritor como reacción virulenta, reaccionaria e irresistible a la ola de modernidad del siglo XX, un tema que Moore sabe que no ha pasado de moda... desde principios del siglo XX). El guionista hace un espléndido trabajo cabalgando esa ola de significantes con apariencia de colosos tentaculares, ordenando lo que le interesa y embarullando todo lo demás, para proponer una obra que en muchos aspectos se entiende y asimila de forma irracional. Como el virus del lenguaje. Como los sueños. Como todo lo que lleva décadas cautivándonos de la prosa de Lovecraft, cuyo análisis último se nos va a escapar siempre.
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Fuente: Xataka
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