Estos cuatro consejos le darán una nueva vida a tu viejo PC de hace 5 años sin que apenas lo notes en el bolsillo
La informática avanza de forma frenética, así que ese PC que te montaste hace unos años probablemente se haya visto afectado: los ordenadores de sobremesa de hoy en día son mucho más potentes que los de hace 5 años, por ejemplo, pero atento, porque no está todo perdido. Ni mucho menos.
Es lo que trataremos de explicarte en este artículo dedicado a recomendarte las áreas en las que puedes invertir para "revivir" tu PC y adaptarlo a los nuevos tiempos. La inversión no tiene por qué ser grande, y el impacto de estos componentes (y de algún que otro consejo extra) puede marcar un nuevo punto de inflexión en tu experiencia con tu ordenador de sobremesa.
1. La memoria RAM como alimento de la multitarea
La memoria RAM es probablemente uno de los componentes a los que no prestamos demasiada atención a la hora de comprar un PC o construirlo desde cero, pero su relevancia es realmente destacable, y de hecho estar bien servidos en este apartado es más importante que nunca.
La razón no es otra que esa multitarea que permite que tengamos abiertas numerosas aplicaciones al mismo tiempo sin que ello afecte a la fluidez del sistema.
Para lograr esa fluidez uno de los ingredientes fundamentales es esa memoria RAM, un recurso que todos los procesos se reparten pero que puede agotarse rápidamente. Entre los culpables están los navegadores web como Chrome o Firefox, que necesitan cantidades ingentes de memoria ante unos sitios web cada vez más exigentes en este recurso.
Es por ello que la memoria RAM es un elemento clave a la hora de tratar de darle nueva vida a nuestro PC, y aquí se hace más cierto que nunca aquello del "cuanto más mejor".
Así pues, ampliar la memoria RAM es una de las actualizaciones obligadas si estamos pensando en este tipo de mejoras. Aquí dependemos de la que tuviéramos instalada y de la placa base utilizada: puede que tengamos slots de memoria libre para ampliarla, pero si no es así lo mejor es desahacerse de la memoria que tuviéramos para ocupar esos slots con módulos de mayor capacidad.
¿Qué cantidad es la ideal? No hay una cifra exacta, y aquí como decimos la inversión que podamos hacer siempre será bienvenida. En términos generales contar con 16 GB de memoria RAM suele dar margen de maniobra suficiente para prácticamente cualquier usuario, pero en ámbitos más exigentes un usuario especialmente intensivo agradecerá 32 GB de memoria.
La velocidad a la que funcionan los módulos no es un parámetro tan crucial para el usuario "de a pie": solo los gamers más exigentes se verán beneficiados
Habrá que tener cuidado con el tipo de memoria, claro: a estas alturas asumimos que se tratará de memoria DDR4, pero debes asegurarte de que la que tienes es esta y no DDR3, en cuyo caso tendrás que tener cuidado de elegir los módulos de este tipo.
Lo que no es tan relevante es la frecuencia a la que trabajan estos módulos: los módulos más caros son también los que trabajan a mayor frecuencia y permiten lograr tasas de transferencia más altas, pero el impacto real es casi inapreciable para el usuario general: solo los gamers más exigentes se verán beneficiados y lograrán rascar algún que otro fotograma más por segundo con módulos de memoria más rápidos.
Así pues, la conclusión es clara: tener más memoria RAM (16 GB es ya una cantidad muy decente) nos permitirá contar con suficiente margen de maniobra para casi todo tipo de ámbitos. No es la única mejora importante que podemos hacer en nuestro PC, como veremos a continuación.
2. Las unidades SSD obran milagros
Otro de los elementos clave para darle un verdadero empujón a tu experiencia de usuario con el PC es el del almacenamiento. Si tu equipo va más lento de lo que debería es probable que tengas algo sobre cargado el sistema operativo, y también que comprases el ordenador con un disco duro tradicional.
Hay una solución muy fácil en este apartado, y es el de comprar una unidad de estado sólido o SSD, que en lugar de funcionar como los discos duros, con componentes mecánicos, hace uso de una combinación de rapidísimos módulos NAND Flash que ofrecen tasas de transferencia mucho más altas.
De hecho lo normal en un buen disco duro es lograr tasas de 100-120 MB/s en lectura secuencial: cualquier unidad SSD con conexión SATA (la misma que usan los discos duros en los últimos años) llega sin problemas a los 500 MB/s.
Es posible lograr mayores velocidades si podemos usar una unidad SSD en formato M.2 NVMe (llegan a los 3.000 MB/s), pero para ello necesitaremos una placa base compatible y es probable que si nuestro equipo es relativamente antiguo no la tengamos disponible.
Así pues, lo más fácil es optar por alguna unidad SSD que dé esa "alegría" a nuestro equipo. No solo eso: es importante instalar de cero el sistema operativo en esa unidad para que todas las operaciones aprovechen esas tasas de transferencia tan notables. Siempre podremos seguir usando nuestro disco duro para almacenar otros datos (los juegos, por ejemplo, ocupan mucho espacio y no se benefician tanto de estar en un SSD como puede estarlo un sistema operativo).
Aunque hablamos de PCs de sobremesa, es posible también realizar esa ampliación (o sustitución) de la unidad de almacenamiento en todo tipo de portátiles. Incluso los antiguos usan discos duros de 2,5 pulgadas con interfaz SATA, así que siempre podremos sustituirlos por una unidad SSD con ese mismo formato para instalar en ellos de nuevo el sistema operativo y comenzar esa nueva vida con nuestro renovado equipo sin problemas.
Siempre podremos acceder a los datos del disco antiguo conectándolo al PC directamente con otro cable SATA. En el caso del portátil puede que no tengamos espacio para tener los dos, pero si es así podremos usar por ejemplo un adaptador o una caja que permite convertir ese disco duro interno en uno externo con conexión USB.
3. Si quieres jugar necesitas una GPU decente
Uno de los argumentos más claros para ampliar el PC y actualizarlo es el de poder jugar a videojuegos con una buena experiencia de usuario. Aquí los dos componentes mencionados ayudan, pero en realidad lo más importante es contar con una buena tarjeta gráfica, una GPU dedicada.
Las tarjetas gráficas más potentes pueden ser realmente caras, pero si no somos demasiado exigentes en este ámbito y nos basta con jugar en resolución 1080p con una buena tasa de fotogramas por segundo podemos aprovechar tarjetas gráficas dedicadas más modestas pero igualmente interesantes.
Aquí las opciones dependen desde luego del presupuesto, pero una AMD Radeon RX 570 (unos 150 euros) o una GTX 1050 Ti (aproximadamente 170 euros) pueden ofrecer unas prestaciones notables para esas sesiones de juego.
Los fabricantes ofrecen un amplio catálogo de soluciones, pero este es un segmento peligroso porque las cosas se pueden poner caras rápidamente. Los beneficios son evidentes si invertimos más dinero -más fotogramas por segundo o más nivel de detalle manteniendo buenas tasas- esa inversión no tiene demasiado sentido si esa mayor tasa de fotogramas no es aprovechada. Y no lo será del todo si no contamos con un buen monitor.
4. Monitor (y ya puestos, teclado y ratón)
Puede que actualizar los componentes del PC sea lo más necesario desde el punto de vista de las "tripas" de nuestro equipo, pero para experimentar esas mejoras también es recomendable invertir en los periféricos que le dan realmente vida a esa experiencia de usuario.
Es ahí donde entra el juego el monitor. Si no vamos a jugar demasiado hay dos factores que apreciaremos desde el primer momento: mayor diagonal de pantalla y mayor resolución. Hoy en día tener una pantalla de 24 pulgadas con resolución 1080p está al alcance de cualquiera, pero podemos dar el salto a monitores de 27 pulgadas con resolución 1440p, claramente más caros pero que nos permitirán dar un salto en productividad (y disfrute) enorme: podremos ver más cosas en pantalla con una definición fantástica.
Si somos gamers o queremos serlo deberíamos apostar por un monitor 1080p con soporte para tasas de refresco de 144 Hz. Es difícil que con bajos presupuestos logremos aprovechar esas tasas, pero estos monitores cuentan con tecnologías de AMD o NVIDIA que permiten ajustar la frecuencia de refresco del monitor a la que ofrece la tarjeta gráfica al renderizar cada fotograma del juego.
El resultado final es que tanto si nuestro juego corre a 30 FPS como si lo hace a 90, 100 o 144 fotogramas por segundo, nuestro monitor se ajustará dinámicamente a esa tasa y además de corregir conflictos visuales nos permitirá disfrutar de una experiencia mucho más fluida y que realmente aproveche la potencia de la gráfica que hemos adquirido.
El ratón y el teclado son los otros dos elementos a los que quizás deberíamos prestar atención en nuestra inversión. Son junto al monitor los periféricos que realmente nos condicionan en nuestro día a día con el ordenador, así que comprar un buen teclado y un buen ratón (sobre todo para jugar) puede marcar un punto de inflexión en esa forma de revivir a nuestro PC.
Bola extra: aprovechando para limpiar el PC
Y si vamos a ampliar el PC quizás deberíamos aprovechar para darle un repaso a su limpieza y refrigeración interior. Ya que lo abrimos para introducir nuevos componentes podemos aprovechar para seguir algunos consejos básicos de limpieza.
¿Para qué limpiar el PC por dentro? Pues para evitar que el polvo que se va acumulando acabe depositándose en los componentes de nuestro PC y eso provoque riesgo de sobrecalentamiento de algunos componentes.
Esto es especialmente importante en los ventiladores del equipo en los que se va acumulando suciedad. Podemos pasar un cepillo de dientes o una brocha de afeitar por esos ventiladores para limpiar todo ese polvo y pelusas que pueden estar acumulándose en ellos.
Un repaso a la limpieza del equipo permitirá evitar problemas de ventilación y refrigeración, pero también minimizará potenciales ruidos causados por el funcionamiento de nuestro PC.
Eso permitirá no solo que puedan girar a su velocidad normal y que por tanto el flujo de ventilación sea el adecuado, sino que además evitemos la posible generación de ruido excesivo en el equipo por unos ventiladores que tenían que funcionar más rápido para hacer el mismo trabajo que hacían antes.
Hay desde luego más posibilidades en estas tareas de ampliación, pero por ejemplo no es buena idea plantearse el cambio de procesador: eso normalmente implica el cambio de placa base (e incluso de ventilador), pero el impacto en nuestro día a día puede no ser tan clave según las tareas a las que nos enfrentemos.
Si queremos ser comedidos en nuestra inversión esos apartados mencionados deberían ser los que tendrían prioridad en un proceso que os aseguramos que puede darle una nueva vida a vuestro PC.
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Fuente: Xataka
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