Lo que le queda al teletransporte para convertirse en realidad: el camino que nos ha llevado de la ciencia ficción al laboratorio
Llevamos años soñando con el teletransporte. Y aunque ha sido una idea sugestiva y apasionante en la ciencia ficción, nunca ha dejado de ser una quimera. Pero poco a poco, en las últimas décadas, avanzado poco a poco en nuestro conocimiento del mundo y, sobre todo, en nuestras teorías de cómo lograr que el teletransporte sea una realidad.
En los últimos años, incluso hemos conseguido hacer pequeños experimentos y teletransportar fotones a más de cien kilómetros de distancia.Por eso, nos hemos preguntado en qué estado estaba todo esto y, sobre todo, cuánto falta para poder decir aquello de "Teletranspórtame, Scotty".
¿Tiene sentido hablar de teletransporte o, en realidad, no hace falta?
En 2013, se movieron 9.600 millones de toneladas por mar, unas 10.000 millones de toneladas en tren y sólo en España se movieron más de 178 millones de toneladas por carretera. De Shangai a Valencia, un barco carguero invierte casi un mes de viaje. A poco que hagamos cuentas: veremos que la cantidad agregada de tiempo que invertimos en mover cacharros por el mundo es una barbaridad.
Pero no seamos materialistas: Los belgas pierden 51 horas al año en atascos. Los holandeses, 41 y los alemanes, 39. En España, se pierden 24 horas por persona y solo en México DF se pierden más de tres millones de horas al día. Renfe mueve unos 500 millones de pasajeros cada año frente a unos 10 millones del transporte marítimo nacional.
Podríamos seguir, pero creo que se entiende la idea: el transporte es uno de los grandes cuellos de botella actuales. Coches autónomos, cohetes reutilizables y el famoso hyperloop, demuestran que es un sector en plena efervescencia. Pero ¿y si pudiéramos jubilar todo esto?
¿Qué entendemos por teletransporte?
Poca gente sabe que ni en Star Trek veían plausible el tema del teletransporte. La idea inicial era mostrar el despegue y el aterrizaje del Enterprise en cada planeta, pero el gasto en efectos especiales era tan grande que se tuvo que descartar. El plan b fue, sencillamente, no salir nunca de la nave. Pero, como era previsible, la serie se convertía en algo un poco aburrido.
Ahí fue cuando a Gene Roddenberry, el creador de la serie, decidió rescatar la idea de la teletransportación de La Mosca una película de 1958. Desde ese momento, Star Trek trabajó duro para convertir el teletransporte en el método de transporte más seguro de la galaxia. Vale que de vez en cuando combinaba personas (como en La Mosca) o las duplicaba, pero en general miles de personas lo usaban todos los días sin mayor problema.
De hecho, el mayor problema es que, bueno, es ciencia ficción. A día de hoy no es que no estemos cerca de conseguirlo es que ni siquiera tenemos claro que queramos hacerlo. Por lo que sabemos hasta ahora, solo hay una cosa mayor que los problemas técnicos que presenta el teletransporte: los filosóficos. Pero vaya paso a paso.
El teletransporte cuántico
En 1993, un grupo de físicos teorizó la única tecnología de teletransporte a la que tenemos acceso: la teletransportación cuántica. Ésta permite la transmisión del estado cuántico de unas partículas determinadas a otras partículas diferentes que se encuentran a una cierta distancia.
Es decir, se transmite la información, pero no la materia: simplificando un poco, la teletransportación cuántica no sería capaz de mandar cada átomo de nuestro cuerpo a otro lugar. Lo que podemos mandar mediante este sistema es el estado cuántico; es decir, son los planos exactos de nuestro cuerpo. De esta forma, los átomos de los que está compuesto un ser humano tendrían que estar en el lugar de llegada y con esta tecnología, los ordenaríamos para generar el cuerpo original.
A la decepción inicial, hay que sumarle que tampoco es instantáneo. El protocolo del teletransporte cuántico requiere enviar dos bits clásicos por cada cubit (la forma en la que 'nos encontramos' la información del estado cuántico que queremos transmitir). Para teletransportar dos cubits hacen falta cuatro bits y así sucesivamente hasta juntarnos con un conjunto inmenso de información. Da igual donde estemos: para transportar el estado cuántico de una persona se necesita tal cantidad de información que tardaríamos más en mandarla que en transportar a la persona físicamente. Las cuentas son sencillas: en el libro “La física de Star Trek”, Lawrence Krauss calculaba que la información del estado, las coordenadas y los niveles de energía que están ocupando los electrones de cada átomo pesa alrededor de un kilobyte. Si el ser humano está compuesto por 6,7 1027 átomos, es evidente que la cantidad de información que hay que mover no se puede transmitir ni en unos segundos, ni en varios millones de años.
Debido a todo esto, muchos han pensando que, en realidad, de lo que estamos hablando es de un lento sistema de clonación. Algo así (y perdonad el spoiler) como la máquina de El truco final (el prestigio). Pero también tengo malas noticias aquí. En 1982, otro grupo de físicos desarrollaron el teorema de no clonación. Se dieron cuenta de que es imposible crear una copia idéntica de un estado cuántico (esos planos de los que hablábamos antes) sin destruir el original. O sea, que para teletransportarnos tienen que matarnos y despiezarnos hasta dejarnos en los átomos. Por eso, la conclusión a la que terminamos llegando es que la máquina de teletransporte es una 'cabina de suicidios'
¿Qué somos? ¿Qué queremos ser?
Cuando hablamos de "identidad personal" en este ámbito no hablamos de como reconocemos o identificamos a la gente. Lo que tratamos de hacer es identificar qué necesitan alguien en un momento A y otro en un momento B para que sean la misma persona. Si nos fijáramos solo en la apariencia, por ejemplo, bastaría con un poco (o un mucho) de cirugía estética para engañarnos. Y todos estaremos de acuerdo que por cambiar el aspecto físico de una persona no se convierte, automáticamente, en otra persona.
A poco que empecemos a pensar posibles respuestas a la pregunta de la sección, veremos que es tremendamente difícil. Podemos decir que es tener el mismo cuerpo (pero constantemente estamos perdiendo y ganando células) o tener la misma personalidad o recuerdos (pero nosotros mismos no tenemos exactamente la misma personalidad o recuerdos que hace años).
La tentación es recurrir al concepto de 'mente'. Pero también tiene un problema y gordo: no tenemos ni idea de qué es. Aunque hay científicos que están explorando hasta qué punto nuestro cerebro podría sobrevivir al teletransporte, la verdad es que ni siquiera sabemos si la 'mente' es un fenómeno cuántico. Es decir, no sabemos siquiera si el cuerpo que se desintegra en el principio podría transferir su 'conciencia' al cuerpo resultante al final del proceso.
Entonces, ¿En qué ha quedado el teletransporte?
En poco, la verdad. Hemos podido hacer algunos experimentos y teletransportar algunas cosas diminutas. Pero, por ahora, es totalmente inviable teletransportar cosas más grandes. No sólo no podemos hacerlo, es que no tenemos ni idea de cómo hacerlo. Así que pese a las noticias que aparecen todos los años, el teletransporte no deja de ser algo muy exótico que es útil para conocer mejor la peculiaridades del mundo cuántico y para mantener entretenidos a los filósofos (y a los que nos interesan estos temas).
Imágenes | Gaelx
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La noticia Lo que le queda al teletransporte para convertirse en realidad: el camino que nos ha llevado de la ciencia ficción al laboratorio fue publicada originalmente en Xataka por Javier Jiménez .
Fuente: Xataka
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