Una luz azul al final del túnel: cómo influye la luminosidad en los suicidios
En 2003, se registraron 24.500 suicidios en Japón. No fue el peor año. Durante los años siguientes las cifras se mantuvieron por encima de los 30.000 y, aún en 2014, 70 japoneses se quitaban la vida cada día. En algún momento de esos años, cuando empezó a ser evidente que la "década perdida" iban a ser mucho más que diez años, la sociedad nipona lo despojó del romanticismo y empezó a considerarlo un problema social.
Entras las muchas cosas que se intentaron, un grupo de empresas ferroviarias decidieron instalar lámparas azules en los andenes de sus estaciones. Algunos estudios habían sugerido que las tonalidades azules podían ayudar a gestionar el estrés psicológico y, sinceramente, llegados a ese punto no quedaba mucho que perder. En 2012, un estudio científico señalaba que la tasa de suicidios se habían desplomado un 84%.
¿De verdad luchar contra el suicidio era tan sencillo como cambiar una bombilla?
Un empujoncito
Este tipo de 'trucos' se llaman 'nudges' en la jerga técnica, algo así como empujones. En las últimas décadas, hay una parte importante de la investigación en psicología social dedicada a diseñar pequeños mecanismos que usen nuestros "puntos ciegos" cognitivos para cara a elaborar intervenciones sociales altamente efectivas.
El ejemplo más conocido (y estudiado) de diseño de mecanismos para estimular que las personas ahorren para la jubilación. El Reino Unido, a sugerencia del Behavioral Insight Team puesto en marcha por el gabinete de David Cameron, introdujo un simple cambio en la opción por defecto del formulario para darse de alta en el sistema de pensiones y el resultado fue un aumento casi inmediato del 61% al 83% en la proporción de trabajadores de las grandes empresas.
Otra intervención clásica, protagonizado por el mismo BIT, consiguió aumentar en 96.000 inscritos el número de donantes de órganos sencillamente añadiendo fotografías junto a los eslóganes en las campañas de comunicación del NHS. Los ejemplos son innumerables. Por eso no era extraño pensar que algunos pequeños cambios (arquitectónicos o de iluminación, en este caso) podrían ayudar a desincentivar la conducta suicida.
Uno de los grandes problemas de la prevención del suicidio es que en muchos casos no se trata de una decisión largamente meditada. Casi la mitad de las personas que intentan suicidarse lo hacen impulsivamente. Una de cada cuatro personas supervivientes a intentos casi letales reconocen haber pensado en la posibilidad durante apenas un cuarto de hora antes de llevarla a cabo. Si la luz azul conseguía interrumpir ese impulso, había una oportunidad.
Los misteriosos caminos de la luz azul
Y, pese a todo, los expertos en el campo se mostraron escépticos sobre la idea. Uno de ellos Michiko Ueda, profesor de la Universidad de Waseda, harto de escuchar hablar sobre la efectividad de la técnica, solicitó a varias compañías los datos de la última década. La cuestión es que tras analizar los datos de más de 70 estaciones, parecía ser verdad. Ese fue el estudio del 84%.
Es importante entender que se trata de un estudio exploratorio. Es decir, un estudio que trataba de analizar, fundamentalmente, si el efecto tenía visos de existir, si merecía la pena estudiarlo con más profundidad. Esto hace que los datos sean muy inestables, por decirlos de alguna manera: no recogían diferencias entre efectos durante el día y efectos durante la noche, no analizaba el efecto de otras soluciones arquitectónicas (o campañas de comunicación) que también se habían puesto en marcha. De hecho, los resultados son compatibles con un efecto real muy inferior al 15%.
¿Por qué alcanzó tanto eco en la prensa? Por un lado, porque los estudios sobre el color de la luz ambiental y el estrés (o la psicología humana en general) se han ido acumulando. Sin ir más lejos, en 2017, la Universidad de Granada publicó un trabajo en el que se concluía que la luz azul aceleraba los procesos de relajación en comparación con la luz blanca convencional. Las evidencias no son las mejores, pero están ahí.
Por el otro, porque todo esto encaja con la idea de que la luz (y, en concreto, la falta de luz del sol) tiene un efecto en claro en este problema. No es un secreto que, popularmente, la falta de luz en los países nórdicos ha sido considerada la culpable de sus altas tasas de suicidios. Algo que no deja de ser curioso y no solo porque haya zonas del mundo con muchísimas horas de luz en las que este fenómeno se ha convertido en un problema endémico.
En 2014, un equipo de la Universidad de Viena (donde arrancaron las primeras intervenciones sociales para controlar los suicidios) investigó el efecto real de la luz solar. Sus conclusiones son claras: sí, la luz tiene un efecto clarísimo sobre los suicidios. El problema es que es un efecto muy pequeño. En eso, la luz no es distinta a la todos los demás factores que hemos estudiado.
¿Se puede prevenir el suicidio?
Tensión social, cambios socioeconómicos, pérdidas personales o de empleo; violencia ambiental, de género o intergeneracional. Problemas familiares, abandono afectivo, desamparo, abuso sexual; ansiedad, depresión, alteraciones del sueño, trastornos metabólicos, factores genéticos. Edades avanzadas o la adolescencia o la crisis de la mediana edad; dolor crónico, enfermedades estigmatizadas o en fase terminal, problemas psiquiátricos, deterioro cognitivo...
Todos ellos son factores con un efecto claro (pero relativamente pequeño) sobre el suicidio.Esa es la gran constante cuando nos enfrentamos a este problema. Podemos hacer extensas relaciones de factores que intervienen, pero rápidamente nos daremos cuenta de que cambian con la edad, con la situación social y con la historia de vida de cada persona. El suicidio, que hunde sus raíces en nuestra historia evolutiva, es mucho más complejo de lo que parece: porque son muchos problemas que solo se relacionan por su resultado final. Problemas que tienen soluciones, pero soluciones individualizadas.
En ese sentido, no solo no es realista adjudicar a la luz (sea azul o de cualquier otro color) una capacidad casi milagrosa, es que puede llegar a ser peligroso. No existen soluciones mágicas. De hecho, hay muy pocas estrategias probadas más allá de toda duda razonable. Una de ellas es reducir el acceso a herramientas o armas letales que permitan que el suicidio tenga éxito. Al contrario de lo que suele parecer, muy pocos casos de supervivientes son reincidentes. De ahí que los expertos lleven años insistiendo en que construir un mundo más seguro es también una manera de asegurar la vida.
Imagen | Jack Finnigan
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La noticia Una luz azul al final del túnel: cómo influye la luminosidad en los suicidios fue publicada originalmente en Xataka por Javier Jiménez .
Fuente: Xataka
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