Así era el DAR, el primer coche eléctrico fabricado artesanalmente en España en 1946
El primer coche eléctrico funcional que se hizo en España fue fabricado a mano en unos meses y de forma totalmente artesanal. Su invención fue totalmente anacrónica, porque por mucho que parezca que los coches eléctricos son un invento actual, realmente fueron inventados en 1838, e incluso en España hubo prototipos presentados en 1889 por parte de la empresa La Cuadra, aunque no llegaron a cuajar. Dominaron las carreteras en la primera mitad del siglo pasado hasta ser sustituidos por los vehículos de combustión, y justo cuando ya estaban desapareciendo de las carreteras se creó el primero en España.
El coche se llamaba DAR, y fue fabricado en 1946 por Francisco Domínguez-Adame Romero (Sevilla, 1905-1987), que tardó poco más de cinco meses en diseñarlo, construirlo artesanalmente con ayuda de su familia y matricularlo. Y su historia no podría ser más fascinante, porque ni siquiera fue un intento de revolucionar la industria o hacerse rico, sino simplemente de ser capaces de viajar sin limitaciones en época de escasez.
Todo empezó con la escasez de combustibles
Francisco Domínguez-Adame Romero era doctor en Ingeniería Industrial y catedrático de Hidráulica y Motores Térmicos, y la idea de fabricar su propio coche eléctrico empezó a rondarle a principios de los años 40. En aquella época España estaba sufriendo una tremenda escasez de combustibles desde el final de la Guerra Civil, y esta no hizo sino empeorar con la Segunda Guerra Mundial.
Esto llevó a que se impusiesen varias medidas en España, como la prohibición de usar el vehículo determinados días de la semana en función de la matriculación. Ante aquella situación, Domínguez-Adame Romero decidió diseñar un vehículo que le permitiese dejar de depender de las ordenanzas municipales sobre los coches con motores de explosión y combustión.
Su primer intento de coche eléctrico no le salió demasiado bien. Intentó electrificar un Fiat 508 (Balilla), pero su sistema de embrague, la caja de velocidades, la transmisión y el diferencial acabaron dándole demasiados problemas. Acabó descartando el proyecto. Decidió entonces no basarse en ningún vehículo existente, sino crear uno desde cero con un diseño totalmente diferente, y que contase con batería y motores eléctricos.
"Una noche dibujé en proyección vertical y horizontal el nuevo coche, y al día siguiente hice por descriptiva los desarrollos de las chapas en su verdadera magnitud y a una escala 1:10", relató el propio Francisco. "Seguidamente, me traje a casa, al sótano, varias chapas y con tijeras de mano corté las tiras que formaron el futuro chasis".
Un proyecto casero hecho en familia
El coche se empezó a fabricar en el sótano de su chalet en el barrio del Porvenir, en Sevilla. Allí realizaron los primeros cortes de la chapa para darle forma al chasis y la carrocería, algo para lo que le ayudaron sus dos hijos. El chasis era tubular y de 9 centímetros de diámetro, y tenía una suspensión independiente en las cuatro ruedas. En su fabricación también colaboró un tornero amigo suyo llamado Antonio Herrera.
En un chatarrero compró cuatro discos de ruedas de 16 pulgadas de un Opel, y su hermano le dio cuatro neumáticos viejos de un Renault Monaquatre. Él mismo hizo los frenos, utilizando recursos como unas zapatas de chapa que él mismo recortó y soldó. Cuando terminaron lo llevaron al taller de la Escuela de Peritos Industriales donde trabajaba como catedrático, y allí realizaron con el ensamblaje.
El resultado fue un coche cuyo cascarón estaba acabado íntegramente de chapa soldada, sin ninguna pieza de madera. Su forma era redondeada y recordaba a un Volkswagen Escarabajo descapotable. Tenía un arco para la capota, un parabrisas fijo, puertas con cristales elevadores, y asientos con muelles y guatas forrados en cuerotex de color rojo inglés con guarnecidos en caobilla, algo de lo que se encargó de coser a mano su esposa.
El coche estaba propulsado por dos motores eléctricos construidos artesanalmente, los cuales tenían ejes de acero, chapa magnética y una carcasa de hierro de dos centímetros de espesor. Este motor conseguía dos caballos de potencia, la cual se transmitían a las ruedas mediante correas trapezoidales para obtener como resultado un coche totalmente silencioso.
El DAR tuvo una autonomía de 80 km, y una velocidad punta de entre 40 y 50 km/h.
En cuanto a las baterías, reutilizó cuatro de 12 V, 15 elementos y 150 Ah de capacidad que daban un total de 60 voltios. Con ellas conseguía obtener 80 kilómetros de autonomía, y su motor le brindaba unas velocidades de entre 40 y 50 km/h dependiendo del número de ocupantes. También tenía marcha atrás, punto muerto, y conexión en serie y en paralelo de los motores.
El DAR era un coche con capacidad para cinco personas, con tres asientos delanteros y dos en su estrecha parte trasera. Sólo tenía dos pedales, el derecho para el freno hidráulico y el izquierdo para cortar la corriente y elegir la posición de las conexiones entre motores y batería. Vamos, una especie de cambio de marchas. Y lo mejor de todo es que era completamente silencioso y no emitía ningún humo.
El nombre DAR viene de los apellidos de su creador: Domínguez-Adame Romero
Finalmente, una vez terminó de fabricarlo en 1946 fue a matricularlo, y el Ministerio de Industria le dijo que podría hacerlo siempre y cuando registrase una marca comercial para su nueva creación. Y eso hizo, poniéndole al coche el nombre de DAR al utilizar las iniciales de su apellido: Domínguez-Adame Romero.
No contento con haber fabricado el primer coche eléctrico de España, el DAR también acabó convirtiéndose en un coche híbrido. Como tenía mucho espacio, cuando acabaron las restricciones y las baterías ya se le habían degradado le añadió otro motor de gasolina. Las baterías las sustituyó con un grupo electrógeno para seguir utilizando el motor eléctrico.
Un invento único que acabó en el desguace
La familia de Domínguez-Adame Romero utilizó este coche durante 12 largos años. Pero este sorprendente ingenio tuvo un final bastante triste, ya que en 1958 acabó en el desguace después de que la familia decidiese venderlo y comprarse un 600.
Este coche tampoco fue el único invento del ingeniero sevillano. Ya en 1940 le fabricó a sus hijos un pequeño coche eléctrico de madera y carrocería de gutapercha, el cual combinaba un motor de 0,5 CV con pedales para cuando se acabase la batería. Y esta era sólo una versión de un vehículo de tres ruedas que intentó construir años antes a partir de una Harley.
También proyectó y construyó un molino para elevar el agua de forma económica utilizando una rueda de cuatro metros de diámetro, y proyectó un cambio de velocidades progresivo que no pudo acabar de fabricar. Además, construyó más de 40 gasógenos para turismos y camiones, de los que llegó a patentar el sistema mezclador de gas.
Estamos por lo tanto ante todo un Elon Musk de la época, sólo que se movía más por las necesidades de aquellos años que por una intención de salvar al mundo. Hubiera estado bien que el DAR se pudiera haber conservado, pero quién le iba a decir a Domínguez-Adame Romero que los coches eléctricos acabarían poniéndose otra vez de moda medio siglo después.
Imágenes | ABC Sevilla, AutoBild y Revista Ingeniería Industrial
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Fuente: Xataka
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