San Petersburgo, una ciudad hecha en Canarias: cómo un ingeniero tinerfeño dio forma al sueño del zar
Entre los inviernos de su Puerto de la Cruz natal y los de San Petersburgo hay unos cuantos grados de diferencia; pero ni eso, ni el cambio de cultura, idioma o paisajes echaron atrás a Agustín de Betancourt cuando en 1808 decidió hacer las maletas y mudarse a la Rusia de los zares. Había caído en desgracia a ojos del todopoderoso Godoy , en España no le quedaban otra cosa que familiares y recuerdos, llevaba ya un tiempo en París y tenía amigos influyentes, así que… ¿Qué podía perder? Nada. Y así fue. Su aventura esteparia le aportaría importantes ganancias a él; pero sobre todo a la propia Rusia. Tanto, que si te paseas por San Petersburgo encontrarás varias estatuas en su memoria. El país de los zares, el de los Alejandros y Nicolases , que hoy asociamos al boato y las construcciones alambicadas, probablemente hubiese sido algo menos brillante si no hubiese mediado el genio de Agustín de Betancourt, el inventor que durante los primeros compases del XIX dio forma a su particula