El turismo está devorando la Semana Santa y la Iglesia no sabe qué hacer para reconducir la situación
Este año, la Semana Santa de Ponferrada tenía un pregonero de peso: Bernardito Auza, el nuncio apostólico en España, el embajador de la Santa Sede en el país. Y monseñor Auza se subió al estrado, ordenó los papeles y, acto seguido, decidió denunciar que la Semana Santa se había convertido en "un gran espectáculo teatral". "Reducir las prácticas de la Semana Santa a manifestaciones turística implica la quiebra del patrimonio espiritual y el abandono de valiosas instituciones", siguió diciendo . No sin dejar claro que "los que buscan convencernos de que es una manifestación cultural para ganar dinero, quieren solamente engrandecer al hombre, alejándolo de Dios". Pueden parecer palabras duras, pero Auza solo estaba certificando algo que sabemos desde hace mucho: que el turismo está devorando a la Semana Santa. Un pequeño rodeo. Para ver esto con claridad, lo mejor es alejarse de la semana en sí. Al fin y al cabo, durante los días de Pascua, la situación