Mónico Sánchez, el inventor que quiso convertir un pueblo de Ciudad Real en el Silicon Valley de principios del siglo XX
En un lugar de La Mancha, Piedrabuena , de cuyo nombre nunca quiso olvidarse, ni aun cuando amasaba fama y fortuna, no ha mucho tiempo que vivía un ingeniero de los de pluma en ristre para garabatear cálculos, voluntad de acero, ingenio efervescente y un pulso de self-made man al más puro estilo de Thomas Alva Edison o Frederick Collins , contemporáneos suyos, por cierto, y con cuyas biografías de un modo u otro entretejió la propia durante sus aventuras en Nueva York. Las camisas raídas heredadas de sus mayores, las propinas que ahorraba como mozo de recados y un par de desgastados mocasines a los que, con más voluntad que cabeza, intentaba alargar la vida descalzándose antes de cada caminata entre su hogar, en Piedrabuena, y su trabajo en Fuente el Fresno consumían tres cuartas partes de su hacienda infantil. De niño tenía en casa nuestro ingeniero un padre tejero y una madre lavandera y tres hermanos mayores que —al igual que él mismo— veían cómo sus pasos se encaminaban al cam...