Las Calculadoras de Harvard: las mujeres que ampliaron nuestra visión del universo (y tumbaron prejuicios) por 25 centavos la hora
— ¿Fallecida? —se extrañó el cartero. Al Observatorio del Harvard College solían llegar a diario paquetes de todo el globo y toda guisa. Su director, el doctor Harlow Shapley , tenía una buena montaña de cartas con matasellos de medio mundo apiladas sobre su escritorio que daba fe del aluvión postal. Lo que ya no era tan habitual, sin embargo, reconoció Shapley ante el confundido repartidor del United States Postal Services que esperaba con los brazos en jarra en la escalinata, era recibir una de ultratumba. — Fallecida, sí — replicó Shapley . En la mano derecha —volvió a cerciorarse el director— tenía efectivamente un sobre de color marrón manila con el nombre de Henrietta Swan Leavitt y la dirección del observatorio escritos a máquina. El problema era que Leavitt, antigua empleada del centro, llevaba ya un par de años muerta. Había fallecido semanas antes de la Navidad de 1921, con 53 años , consumida por un cáncer de estómago. Silenciosa, distante, como si la sordera que pade...