Mucho antes de la F1, el siglo XIX ya produjo la competición más extrema: carreras de barcos de vapor
El buque Oregon era un caos. Un auténtico caos de carreras, tropezones, gritos, martillazos, rugido de sierras, enormes llamas y aún más enormes volutas de humo y vapor que se elevaban hacia el cielo primaveral desde las aguas del río Hudson . Aunque el buque se había construido en 1845 por encargo de George Law para actuar como una suerte de "palacio flotante" y surcar plácidamente las aguas de los ríos con ayuda de un sistema de propulsión a vapor y dos ruedas de paletas, el 1 de junio de 1847 se convirtió en algo más parecido a eso: un caos absoluto en el que la tripulación arrancaba sillas, mesas, literas, puertas, sofás y cuanto mueble de madera se encontraba a su paso para alimentar sus aullantes calderas. El motivo era bien sencillo: ese día más que un "palacio flotante" , el Oregon actuaba como un bólido, un barco de carreras que se medía sobre las aguas del Hundson contra el C. Vanderbilt, otro vapor de mil toneladas y capaz de alcanzar las 25 millas